El gato del rabino 1. La bar-mitzva (Joann Sfar)

El gato del rabino (Joann Sfar) 1. La bar-mitzva
El gato del rabino 1. La bar-mitzva. (Joann Sfar). Norma, 2003. Cartoné. 48 págs. Color. 12,00 €


¿Cómo acercarse al tema de la religión y ahondar en sus preceptos, leyes y principios y salir ileso?
La respuesta parece muy complicada, sea cual sea la religión de la que se proponga hablar: la propia, la del vecino o la que nos enseñaron de pequeños. Da igual si sigo siendo un miembro activo de la comunidad o si hace tiempo que dejé las creencias aparcadas a un lado, de modo temporal o definitivo.
Es un tema escabroso y delicado, se trate desde el punto de vista que se trate: con ironía, se puede molestar a los suspectibles; con humor, a los demasiado estrictos (bueno, a estos se les incordiará con casi todo lo que no se ajuste a sus cánones rígidos); con escepticismo, a los creyentes; con las bases y primeras enseñanzas, a los reformistas…
Todo parece complicado y extremadamente delicado a la hora de hablar de religión, por eso, ya puestos: ¿qué tal si lo ponemos todo patas arriba? ¿Es posible un nuevo enfoque? ¿Cómo? ¿Cuál?
No sé – y me encantaría saberlo- si fue así cómo Sfar se planteó el inicio del trabajo en esta obra. La respuesta no se me antoja, en un principio, sencilla. O… tal vez, sí. Hagamos una fábula. Hagamos que un animal, un gato, lleve la voz cantante. Es un bicho. No tiene conciencia. No tiene que responder ante ningún humano de sus actos. Esto se acomoda muy bien a lo que creemos intrínseco en un gato: independencia. Ya ven, no es tan difícil atribuirle cualidades humanas a un animal.
Lo curioso, o al menos a mí me resulta así, es la elección del tipo de gato. La historia transcurre en algún lugar de Argelia, aún bajo el Protectorado de Francia. Tal vez, para recalcar el exotismo sea más propicio elegir ese gato en concreto, o tal vez, porque el gato esfinge simbolice, de alguna manera, la sabiduría. El caso es que resulta una elección singular para una historia no menos singular.
Un rabino tiene una hermosa hija, un loro y un gato. Éste, que es el narrador de la historia, siente deseos de hacerse comprender. Ve como el lora hace ruidos sin parar y decide comérselo: así estarán más tranquilos y él podrá hablar. A partir de ahí, las situaciones más insospechadas comienzan a ocurrir.
Y la trama gira en torno al deseo del gato de celebrar su bar-mitzva y que da título a este tomo. Ante esta petición, descabellada en principio pero fundada en un ánimo de mejora, el rabino se encuentra con las manos atadas y decide recurrir a su rabino. Con este rabino superior, el gato mantiene un debate teológico y dogmático sobre la fe, del que se anuncia vencedor moral, aunque triste por no poder ver su deseo realizado.

El rabino del rabino y el gato


También, a tener el don del habla, el gato comienza a ver “humanizada” su vida. Tiene sueños, le preocupa el tema de la muerte, sobre todo, la de su dueña, por la que comienza a sentir algo más que predilección, y con la que el rabino le ha prohibido hablar: “Vale la pena cerrar el pico para ser feliz” piensa el gato mientras se deja querer y acariciar por su dueña. También presta especial interés por los alumnos que recibe el rabino en su casa y por sus costumbres, dentro y fuera, llegando a perseguir a uno de los más exaltados y descubrir sus pequeños secretos…

En cuanto al dibujo se refiere, Sfar nos demuestra que es un gran dibujante. Tiene el tazo vivo, plagado de detalles, jugando y centrándose con las expresiones del gato, de sus amos y demás personajes que van pululando por la historia. También da la impresión de tener mucho que contar, mucho que dibujar, como si tuviese prisa, no por terminar sin más porque le corran prisa unos plazos de entrega (que puede ser que también sea el caso): más parece que tiene tanto aún por contar, tanto que quiere contar y dibujar, que no puede detenerse lo que cree que debería. Aún así, hay veces que nos sorprende con unos detalles maravillosos y muy cuidados. A veces, el gato está poco más que esbozado, con unos dominantes y redondos ojos verdes, casi fluorescentes, que parecen tener rayos x, que nos traspasan con su mirada, que nos llevan a ver más allá de lo que se nos muestra en una primera lectura; otras veces, el gato está tan felinamente dibujado, que llegamos a verlo hermoso, con sus gestos de gatito mimoso bajo esa fisonomía extraña. El gato está presente en casi todas las viñetas, en las que el fondo, que parece estar apenas intuido, juega un papel fundamental: los juegos geométricos que tapizan suelos y paredes nos transportan a ese ambiente oriental, que nosotros relacionamos más con la cultura islámica, pero al tiempo, plagado de -más- detalles que nos sitúan, sin lugar a dudas, en un entorno hebreo. Y libros, muchos libros, por doquier y a la mínima oportunidad: como fondo, como consulta, como pretexto para sacar a la hermosa hija, leyendo.

En resumen, El gato del rabino un tebeo ideal para pasar una tarde maravillosa… incluso si en la calle luce un sol radiante y podemos intuir las palmeras y las callejas, con las casas encaladas, al fondo… mientras empezamos a tomarnos las cosas más serias con mucho mejor humor.

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Bueno, este es el nivel medio que habría que pedir a cualquier tebeo



Mar