Historias de un vecindario (Ai Yazawa)

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Historia de un Vecindario Nº 01 (de 4) (Ai Yazawa). Planeta, 2009. Rústica con sobrecubiertas. 312 págs. B/N. 10, 95 €


Uno de los primeros mangas que leí en mi vuelta a los tebeos fue Paradise Kiss de Ai Yazawa y tal vez esa nostalgia sea la que me ha hecho volver a “caer en sus redes”. Esta vez se trata de Historia de un vencindario, que sigue los pasos de aquel otro, jugando con ingredientes similares (moda, amores y paso a la edad adulta, sexo) que Yazawa cocina a fuego lento, con precisión milimétrica, dedicándoselo a un público fiel y específico, gustoso de esos sabores, mezcla de sushi y toques de stawberry cheesecake. Pero, a pesar de todo esto (o precisamente por eso, que hay gustos para todo) una no deja de pasar un buen rato al leerlo; es más, si puedo estirar un poco más mi presupuesto comiquero, es más que probable que en la cesta de la compra entren los tres tomos restantes de los que se compone la edición española, que corre a cargo de PlanetaDeAgostini, algo más lujosa (y por tanto, más cara) que los mangas habituales, que incluye páginas en color y de mejor calidad y, por supuesto, mayor número de páginas que los siete tomitos originales japoneses (o kanzenban).

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En este primer número se nos presentan cuidadosamente a los personajes que van a formar parte del entramado de amistades y amoríos tan típicos de esta autora: una protagonista femenina, su compañero protagonista masculino y ambos rodeados de un grupo de amigos y familiares bien definidos, tanto física como anímicamente. En un vistazo rápido pueden parecer caracteres típicos arrastrando tópicos, y sin abandonar ese estudiado tipismo de los personajes, se pueden descubrir facetas nuevas de sus personalidades, peculiaridades propias, que se moldean con las circunstancias en las que se ven inmersos, que no son otras que sus peripecias como estudiantes en un instituto de diseño algo particular, en el que cada quien intenta dejar su impronta. La moda y el diseño forman, de nuevo, una parte muy importante en esta obra de Ai Yazawa, que nos desvela los años que han pasado por ella, aunque las penas de amor no tengan horario (ni fecha en el calendario).

Toda la acción se centra en la evolución de la relación personal entre Mikako, la pequeñita heroína de grandes ojos y labios pasados de bottox y Tsutomu, el alto artista e inventor en ciernes. Ambos son vecinos, amigos de toda la vida (y residentes en Japón). Esta relación de amistad ha marcado su vida hasta ahora, cuando parece que los sentimientos de ambos empiezan a cambiar, sin que ninguno sepa muy bien a qué les conducirá… aunque nosotros bien podamos suponer como terminará.

Mientras (o hasta que) llega el final, Yazawa se las compone más que bien para hacernos pasar un rato entretenido, sin pretensiones ni engaños, que nos transporta a esa edad convulsa, caótica, desesperante, llena de ilusiones y esperanzas que es el descubrimiento del primer gran amor y del sexo, con su estilo propio y característico, manejando los sentimientos y el brotar de las lágrimas, lleno de corazoncitos, lazos, plataformas y medias por encima de las rodillas. Y rosa. Mucho rosa. No digan luego que no quedan advertidos.