Esther y nuestro mundo: nostalgia del final del verano

Recuerdo que hace tiempo oí a alguien decir que había leído que abril era el mes más cruel. Puedo llegar a entender que quien lo dijese tuviera sus motivos y seguro que eran pura poesía (lo que ya no sé es si era “en movimiento”) pero es justo decir que estaba totalmente equivocado: Septiembre es el mes más cruel de todo el año.
Todo quiere volver a la normalidad, pero ¿quién quiere normalidad?. Yo no.
Pero la normalidad tiene una fuerza mayor que la de la gravedad y es, casi, tan inmutable y constante como ella. Por eso mis reticencias son inútiles y septiembre llegará, lo veo a la vuelta de la esquina, y justo en viernes, para mayor suplicio.
Los meses deberían empezar todos en lunes: todo sería más fácil.

Pero como tiendo a ser positiva, hay que buscarle una cara dulce a esta vuelta a la rutina y a ello voy.
Ver a las compas del trabajo.
Conocer al NUEVO que va a venir al loberío.
Las fiestas del inicio.
El quedar con la gente a la que no has visto en todo el verano.
La quedada programada con la gente de la ML Cómics.
El reencuentro con los amigos de Entrecomics… que me recuerdan que esto no lo escribo porque sí, sino para hacer un post para nuestra página.

Cuando era una criaturita pasaba los veranos con mi prima y juntas devorábamos las aventuras de Esther Y Su Mundo.

Así era el mundo de Esther


Por aquel entonces, septiembre ya se despuntaba cruel: nos separaba y nos hacía perder la “continuidad”.
No había ni un duro para comprar tebeos, por lo que los íbamos consiguiendo a golpe de intercambio: en casi todos los barrios había un puesto, donde –casi siempre- un señor mayor intercambiaba una novela del oeste por otra y, en nuestro caso, de un tebeo por otro. Cuando llegábamos a casa, esperábamos como locas el momento de la siesta para ponernos al día con las aventuras de la pecosa con coletas, un mundo que nos quedaba a años luz: nuestro barrio no se parecía en nada al lugar donde habitaban Esther, Rita, Juanito o Doreen, ni hacíamos las cosas que en ellos eran habituales.
Ninguno de los amigos del barrio jugaba en un equipo de fútbol que no fuese el de los compas de la calle. Lo de ir “al campo” a verles jugar era algo absolutamente marciano.
Ninguna de nosotras íbamos a conciertos, ni teníamos vestidos largos tan preciosos como los que lucían estas muchachitas, donde se ve la influencia del mundo de la moda de la artista Purita Campos, que había sido figurinista. De tacones ni hablamos: ¿cómo ibas a pensar en gastarte en unos tacones cuando las tardes se pasaban al ritmo de “churro, media-manga o manga-entera” o al “balón prisionero”?
La hora de la siesta era mágica: nos sorteábamos cuál de las dos iba a empezar a leer, porque iba a ir con un capítulo de ventaja; cuando conseguíamos tres o cuatro números seguidos era el paraíso, los releíamos una y otra vez, para acabar con el tebeo de cabo a rabo, sin saltarnos ni una sola de las páginas. Y allá nos embarcábamos: Esther, que era un encanto, dulce, noble, simpática, con esa pecas maravillosas y ese par de coletas bajas, que marcaron la moda de una generación. Rita, rubia, guapísima, más segura que su amiga del alma y con paso mucho más firme. Juanito, con esos dientes perfectos, que lucía con una sonrisa de infarto, bajo un flequillo rubio impecable. Doreen, la odiosa Doreen, envidiosa y liante, que se disputaba con malas artes la atención del muchachito futbolista, que dicho sea de paso, se dejaba querer … ¡por todas!
Hay cosas que no cambian y que son iguales, ya sea en “Patty´s World” nombre original de la serie, procedente de la entonces más abierta y moderna Inglaterra, o “Esther y su Mundo”, con TH, como se la llamó aquí y que nos trajo un aire nuevo a las adolescentes de aquellos aburridos años (la movida no llegó nunca a mi barrio).

Hace poco tiempo, cayó en mis manos un volumen único editado por Glenat de Gina, otro de los personajes maravillosamente dibujados por Purita Campos y escrito por Francisco Ortega, su compañero de toda la vida.

Purita Campos


Gina nunca me gustó tanto como Esther, pero aun así, lo cogí con una ilusión bárbara…

Gina


En el recuerdo, las historias eran geniales, pero el paso del tiempo no ha sido amable con ellas: analizadas desde el recuerdo tenían toda la magia de entonces, siguen conservando aquella ingenuidad y esos dibujos maravillosos, que me han hecho que me decida a escribir todo esto.

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La misma editorial, Glénat, ha puesto a la venta un tomo recopilatorio con una selección de las mejores portadas de Esther y se habla incluso de re-editar todo el material, que desde luego, ya tiene el hueco en mi corazoncito y en las estanterías.

El volumen de Esther y el Mundo de Purita Campos


Puede que suene cursi, o muy cursi, pero era fantástica, o al menos, a mí me lo parecía y me lo parece. Esther era genial en aquellos años y eso no hay quién lo borre: no lo permito.

Mar