Pizzería Kamikaze (Keret & Hanuka)

Portada
Pizzeria Kamikaze (Edgar Keret y Asaf Hanuka). La Cúpula, 2008. Rústica. 108 págs. B/N. 15 €


Se comenta (nadie que yo sepa ha podido demostrarlo) que las buenas gentes van al cielo y a los malvados les espera una eternidad infernal, pero ¿qué pasa con quienes han decidido poner fin a sus días de forma voluntaria? Hay teorías también para los suicidas y, precisamente, con una de esas hipótesis juega el cómic que nos ocupa, realizado por dos autores israelíes, desconocidos para mí hasta este momento: Etgar Keret, autor de la adaptación al tebeo de su propia obra homónima (según nos informan en el interior) y Asaf Hanuka al dibujo.

Pizzería Kamikaze, título de esta obra, es el lugar donde ha encontrado trabajo el protagonista (Ardí) después de muerto, más concretamente, de haberse suicidado. Lleva una vida tan similar a la que tenía en el mundo de los vivos, que todo le sigue pareciendo insufrible e insoportable, a sabiendas que ahora no puede hacer nada para acabar con la nueva monotonía en la que se ha instalado y de la que huía y quería dejar atrás. O tal vez sí consiga cambiar algo: otro suicida se convierte en su Cicerone particular y amigo, acompañándolo por los diferentes lugares de diversión que les llega a ofrecer esta extraña cuidad, para que pueda sacar provecho de su situación de chico nuevo y salga de su rutina adormecedora que no le hace ningún bien. Así va conociendo las características del lugar y de sus moradores, como un tal Kurt, que era el cantante de Nirvana, pero que es un verdadero pelmazo,, o a una chica, muy interesada en él, una de las llamadas impecables (como él mismo) es decir: una persona sin marcas ni cicatrices, que se ha suicidado con pastillas o veneno y que son altamente cotizadas. En este deambular, el destino le depara una sorpresa al encontrarse con su antiguo compañero de piso -que por supuesto, acaba de suicidarse- y que le cuenta que el amor de su vida también debe estar en este lugar, pues acabó con sus días en el mundo terrenal al poco de hacerlo el propio Ardí. El tener conocimiento de esta noticia hace que todo cambie en el pequeño y seguro círculo que se había creado el protagonista: acaba de encontrar una poderosa razón para salir de sí mismo y correr en su búsqueda.

Interior


Así comienzan las aventuras en este sitio que le resulta tan ajeno, por este mundo desolador, lleno de almas perdidas, que -a su vez- también van en busca de algo que consiga suplir lo que no encontraron durante su vida anterior. De ésta pérdida y su complementaria búsqueda trata esta obra, en la que se nos pasea por las caras menos amables de la existencia del alma, en la que una filosofía y espiritualidad llanas se mezclan con el modo de vida israelí, que queda patente en varias partes del relato y de un modo más que evidente en una en concreto, pero que al tiempo, es extrapolable a esta sociedad globalizada en la que nos encontramos. No se pone en tela de juicio lo acertado o no del suicidio ni entra en debates acerca de si es ética o moralmente aceptable: lo utiliza como un recurso, como fondo y paisaje para el desarrollo de una historia, en la que el marco referente es distinto, pero en la que los temas tratados son tan universales como el amor y su falta, las relaciones humanas y su efecto en cada uno de nosotros.

El dibujo de Asaf Hanuka destaca por el uso de los grises para acentuar los rasgos y características propias de los personajes, para ponerlos en situación según se presentan los acontecimientos que les ocurren, en su debatir con los mismos en ese raro entorno, enmarcándoles con profundos contrastes entre blancos y negros que no dejan ningún espacio al color, que tan sólo aparece en una mínima parte de la portada, separando claramente los dos mundos.

La Cúpula edita, dentro de su Colección Novela Gráfica, y en un formato distinto al que suele utilizar en dicha colección, esta Pizzería Kamikaze, una apuesta exótica, tanto por sus autores (aunque el cómic israelí es menos desconocido gracias al éxito de Rutu Modan y sus Metralla y Jamilti) como por el tema tratado y la forma de abordarlo y que consigue mantener la curiosidad de principio a fin, aunque su lectura no sea, por momentos, cómoda.