Diario de una desaparición (Hideo Azuma)


Diario de una desaparición (Hideo Azuma). Ponent Mon, 2006. Rústica. B/N. 200 págs. PVP: 17 €


Diario de una desaparición es el primer manga que leo de Hideo Azuma y no sabía nada ni de su trabajo ni de su vida, por eso lo abordé sin ningún tipo de composición de lugar ni de idea preconcebida… Bueno, esto no es del todo cierto: en general, no me gustan las biografías, pero me atraen mucho las autobiografías (maldita-bendita curiosidad) y por eso, tenía muchas ganas de hincarle el diente a este diario, narrado en primera persona y tamizado por el paso del tiempo. En él, Azuma, nos narra un periodo de su vida en el que siendo ya un conocido artista mangaka, no soporta la presión a la que se ve sometido por parte de unos editores cada vez más exigentes, que le presionan constantemente para que haga un trabajo con el que no se siente cómodo y también por parte de su público, teniendo incluso un acosador, que le escribe casi a diario para decirle los fallos que comete como artista: guión, dibujo, fondos, sombreado,… algo que desde aquí nos parece muy lejano e impensable (y menos mal). Todo ello, le lleva a evadirse, a escaparse de ese mundo: el conocido y típico “me voy a comprar tabaco” llevado al límite, y así aparece en las primeras páginas de este tomo. Deja a sus ayudantes y compañeros de trabajo, y no vuelve. A partir de ahí, vemos a un Azuma vagabundo, recorriendo una cuidad, con su cartera en ristre, buscándose la vida: recogiendo sobras de comida en los restaurantes, resguardándose en bosquecillos cercanos, ideando truquillos para poder comer caliente, buscando colillas, pues es un fumador impenitente, revolviendo todo -pero dejandolo cuidadosamente recolocado- para encontrar alcohol para poder seguir bebiendo … Llega a decir que nunca había vivido tan sano como cuando vivió como indigente (la palabra mendigo no le gusta) porque se pasaba la noche caminando, así no se tenía que avergonzar de rebuscar, y parte del día, buscando lugares calientes, como la biblioteca, donde puede seguir la actualidad y leer mangas, que siguen siendo su pasión.

En la que se puede considerar la segunda parte del tomo, nos encontramos a Azuma sumido en una profunda crisis alcohólica que le lleva a que le ingresen en un hospital con una zona especial para enfermos con síndromes de alcoholismo y drogodependencia. Esta parte no acaba en este tomo, sino que tiene continuidad en un segundo volumen.
Después, la edición se completa con una interesante “Conversación entre Hideo Azuma y Miki Tori”, en la que hacen un repaso al proceso creador de este manga.




La posición de Azuma es, en general y desde mi punto de vista, demasiado distante. Intenta darle un tono de humor que rebaje las terribles situaciones por las que en realidad debió pasar, pero tampoco consigue más que alguna sonrisa esporádica. Todo queda pendiente, como si se guardase cosas en la manga, las deja caer, pero no concluye: por ejemplo, la relación con su mujer que siempre está, pero apenas se hace presente. Nunca sabemos qué sucede con ella, apenas si llega a la categoría de personaje. Es una historia centrada únicamente en él, pero tampoco deja que nos acerquemos lo suficiente, prefiere mantener las distancias, y esto hace que no me llegue a implicar del todo con la historia que me está contando. Podría pensarse que tiene mucho que ver la diferencia de caracteres o de forma de educación y expresión japonesa, pero no lo creo así: sólo he conseguido llegar a entrever lo mala persona que es su compañero gasfitero aunque Azuma no deja de pensarlo, pero no hay demasiados datos.

En cuanto al dibujo, está muy cuidado, con diferencias físicas en el propio Azuma de una historia a otra, de trazo redondeado y suave para los personajes, con curiosidades (muñequitos o duendes tipo Totoro de vez en cuando, ¿por qué siempre parece él –y solo él- con un ojo redondo enorme y el otro oriental?), con muchos pequeños detalles que nos hacen llegar datos de cómo era la vida en una cuidad cualquiera de Japón y de cómo es el japonés medio, al que creemos conocer y del que podríamos citar bastantes tópicos, pero que nos asombra por particularidades que, al menos yo, creía impensables, como la de otro gasfitero que maltrata a un compañero “que es un poco lento”.

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Interesante, pero no resiste una purga por motivos de espacio

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