El Expocómic más original

A tenor de las largas cosas que se forman a la hora de la firma de los autores en los salones, la mitomanía y el coleccionismo son dos características muy extendidas entre los aficionados al mundo del cómic. Tampoco conviene olvidar que los tebeos se leen y se disfrutan, entretienen, hacen pensar, sí, pero también se coleccionan. Y del coleccionismo de cómics al coleccionismo de originales de cómic hay sólo un paso, aunque para darlo hay que calzarse las botas de siete (mil) euros.

Durante la pasada edición de Expocómic, una de las mesas redondas (es un decir, ya que se trataba de dos conferenciantes sin moderador y sin moderación, afortunadamente), se trató el tema del coleccionismo de originales de cómic, una afición y un mercado que en los últimos tres o cuatro años ha sufrido un auge enorme, en gran medida debido al impulso que las subastas en la red ha aportado. Páginas como eBay «> o casas de subastas como Heritage hacen su agosto a costa de al poner al alcance del gran público los lápices y tintas originales de un gran número de artistas de ayer y de hoy, cuyos precios oscilan entre los pocos dólares que puede costar un dibujo rápido de salón realizado por un autor poco hot hasta los varios miles que se pagan por páginas de clásicos como Foster, Frazetta, Kirby, Moebius o incluso autores o páginas más modernas como las del Dark Knight de Miller y el Watchmen de Moore y Gibbons.

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Jordi Comic Hunter y Joan Navarro


Joan Navarro y Jordi Comic Hunter (no es su apellido, sino el nombre de la tienda que regenta en Madrid) desgranaron la historia del origen de su afición y multitud de anécdotas que hicieron reír y a veces casi llorar al escaso público asistente a la charla. Hablaron mucho y bien (especialmente Navarro), nos pudimos hacer una idea del valor monetario y sentimental de las impresionantes colecciones que ambos poseen y con las que Jordi comercia, y en última instancia aconsejaron al público que comprasen originales, aduciendo que se trata de una inversión segura y que aunque no desgrava, es opaca a Hacienda. Pero vamos a centrarnos en las anécdotas, dejando de lado las más personales y haciendo hincapié en las que pueden dar una idea de cómo ha cambiado este mercado en los últimos tiempos, no sin antes desdecirnos de un comentario que hicimos el otro día. Santiago Segura, como afirmó Jordi Comic Hunter, no posee la portada del Rowlf de Corben… ¡posee el tebeo entero! Nada, 48.000 dólares que tenía sueltos…

Cuando Navarro comenzó a trabajar para Norma, en 1981, descubrió que en la editorial existía un cuarto donde se guardaban la escoba, el recogedor, la fregona… y una enorme pila de originales de artistas de la talla de José Ortiz, Víctor de la Fuente y muchas otras joyas patrias. Sorprendido y preocupado, comentó al dueño de la empresa que tal vez sería recomendable devolver dichos originales a sus autores, ya que por una parte eran suyos por ley, y por otros podían ayudar a vender de cara a los artistas una imagen de honradez e integridad de la empresa. El editor, con despreocupación le contestó que sí, pero que se preocupase él mismo de hacerlo. Tras una catalogación de los originales apilados, Navarro comenzó a llamar a los autores comenzando con el que tenía el dudoso honor de tener más originales “secuestrados” por la editorial, José Ortiz. La conversación transcurrió más o menos así:
– Hola José, que verás, que tengo aquí trescientos y pico originales tuyos y te los queríamos devolver…
– ¡Tío, no me jodas, no me hagas esa putada!
– Pero, pero si son tuyos…
– Ya, pero acabo de convencer a mi mujer para que me deje poner una estantería para los que ya tengo en casa, ¿dónde coño voy a meter otros 300?

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Página de José Ortiz para Vampirella #106


Esto da una pequeña idea de cual era la concepción que los propios artistas tenían en muchas ocasiones de sus obras. Por ejemplo, Purita Campos dibujó miles y miles de páginas de Esther para una editorial inglesa, y hoy en día, cuando Glénat ha querido recuperarlas para reeditar la obra, se ha encontrado con que los originales siguen almacenados en el Reino Unido, y debido a que durante más de 20 años Purita nunca reclamó por escrito su devolución, y aunque existe un litigio en torno a la recuperación de esas páginas, probablemente la propiedad de las mismas ha pasado a ser definitivamente de la editorial inglesa.

Como decía, algunas de las anécdotas eran directamente para echarse a llorar, como cuando contaron que Carlos Giménez tuvo la oportunidad de recuperar algunos originales de otros artistas cuando observó en la redacción de Toutain cómo la señora de la limpieza los estaba, literalmente, barriendo para tirarlos a la basura. O cómo cuando algunos autores, en la época en que se publicaba mucho a través de agencias (esa época que Giménez retrata tan bien en Los Profesionales), pedían a los editores que les devolviesen los originales, estos respondían: “Imposible, los hemos destruido”. Cuando el autor atónito preguntaba el por qué, generalmente la respuesta era algo así como: “¡Pero no te quejes! ¿No te das cuenta de que es mucho mejor para ti? Así, si queremos editar algo más hecho por ti, ¡te tenemos que pedir páginas nuevas!”

Contaron también que Azpiri siempre recuerda la historia de que en una editorial para la que él trabajaba, los originales se guardaban en el cuarto de baño, y los de Antonio Hernández Palacios, como deferencia a su calidad artística, en lugar de apilarse en el suelo, estaban colocados en una estantería sobre el inodoro, de modo que cada vez que iban a echar una meadita, los demás autores aprovechaban para ver que andaba dibujando últimamente el maestro. Claro que lo peor fue el día que comprobaron que tras fregar el suelo, la señora de la limpieza iba colocando esos “trozos de papel” para que no se lo pisasen…

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Página del Flash Gordon de Alex Raymond de 1935. Subastada el mes pasado, alcanzó un precio de 71.700 dólares


Haremos referencia a una última anécdota para no aburriros, pero lo cierto es que la charla dio bastante más de sí. Joan y Jordi hicieron referencia a la ocasión en que el genial Al Williamson visitó las oficinas de King Features Syndicate, la empresa que editaba la mayor parte de las tiras de periódico en USA (o al menos las que han resultado más famosas) allá por los años ’50 con la intención de pedir trabajo. Mientras esperaba en recepción a que le hicieran entrar a la oficina a tratar su asunto, observó a un empleado que pasaba frente a él con un carrito lleno de originales y desaparecía tras una puerta, volviendo con el carro vacío. La operación se repitió varias veces, hasta que Williamson se acercó al empleado y le preguntó directamente: «¿Qué, cambiando de sitio el archivo?», a lo que el otro respondió: «No, destruyéndolo». Y se trataba ni más ni menos que de páginas del Flash Gordon de Alex Raymond, auténtico ídolo de Williamson. Alucinado, Williamson tuvo la suficiente entereza como para preguntar al empleado si se podía llevar algunas, y este le contestó que por supuesto, que todas las que pudiera. Al parecer, para la posteridad se han conservado únicamente las páginas del Flash Gordon de Raymond que Al Williamson (que posteriormente dibujaría al personaje) fue capaz de cargar bajo sus brazos, y posteriormente estas páginas le reportaron más beneficios económicos que todo su propio trabajo junto.

Si os ha picado la curiosidad y queréis saber a cuánto se cotizan las páginas de vuestros autores o héroes favoritos, y siempre teniendo en cuenta que el valor de la página varía en función del tamaño y número de viñetas, del número de apariciones del personaje principal en la página y de la “majestuosidad” de dichas apariciones entre otras cosas, podéis visitar bien las mencionadas páginas de subastas, o bien la mejor página que existe de aficionados al coleccionismo de originales (www.comicartfans.com), donde podréis encontrar un buen puñado de enlaces a vendedores y un buen motor de búsqueda, además de cientos de galerías de aficionados de todos los niveles.

Eso sí, si decidís coleccionar, tened en cuenta unas sencillas reglas: comprad cosas que tengan de verdad un significado emotivo para vosotros, no os dejéis cegar por los precios bajos de obras o autores poco interesantes, y estudiad el mercado mucho, mucho, antes de empezar a comprar.

el tio berni