Lobezno: Arma X (Barry Windsor-Smith)

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Lobezno: Arma X (Barry Windsor-Smith). Panini, 2008. Cartoné. 144 págs. Color. 15,95 €


En 1968 un joven londinense llamado todavía Barry Smith llega a las oficinas de Marvel pidiendo trabajo. Roy Thomas ve su portafolio, Stan Lee da su aprobación, e inmediatamente le ofrecen su primer trabajo profesional en Estados Unidos, el dibujo del X-Men #53, que dibuja en gran parte en los bancos de un parque. Pasa por algunos títulos superheroicos hasta que en 1970 recala junto a Thomas en Conan el Bárbaro. A lo largo de tres años va depurando su estilo deudor de Jack Kirby hasta convertirlo en algo completamente personal y cargado de romanticismo, dejando como legado algunas de las mejores páginas del personaje. Pero a Windsor-Smith no le agradan la jerarquía editorial y los requerimientos de la industria y en 1974 abandonaba Marvel para volar en solitario con su propio sello como bandera, Gorblimey Press, alejándose de los cómics y produciendo sobre todo ilustraciones ya totalmente influidas por los prerrafaelitas. Esta es la época de su asociación con Michael W. Kaluta, Jeff Jones y Berni Wrigthson en The Studio, un espacio de trabajo donde aprender y desarrollar nuevas técnicas junto a autores de talento. Pero en los primeros años ’80 vuelve al mundo de los cómics con algunas historias cortas, hasta que en 1984 acomete de nuevo el género superheroico con la miniserie El Hombre Máquina. Aunque Windsor-Smith ya desde el principio intervenía activamente sin ser acreditado en los guiones de las historias que dibujaba para Marvel, en el cuarto número de esta serie su nombre copa los créditos: portada, guión, dibujo, tinta y color. A partir de ese momento, el autor toma un mayor control sobre su obra en dicha editorial, y decide embarcarse sólo en proyectos en los que las fechas de entrega no sean problema y donde tenga un razonable control creativo sobre el producto final. Y así llega en 1991 Arma X.

Arma X se serializa entre los números 72 y 84 de la revista Marvel Comics Presents, a razón de 8 páginas y una portada por número, con Windsor-Smith encargado del guión, dibujo, tinta, color e incluso gran parte de la rotulación. Sin duda la editorial muestra una gran confianza en las habilidades del autor, ya que supuestamente en la serie se desvelaría el origen de uno de los secretos mejor guardados del universo Marvel, el origen de Lobezno. Y sí… pero no.

La reedición por parte de Panini de Arma X en un tomo llena un hueco importante en la bibliografía marvelita de los últimos años. Los números editados por Planeta, descatalogados y vendidos a precio de oro, convertían a este título en un completo misterio para las nuevas generaciones de lectores, que idealizaban en Arma X algo así como un grial mítico donde un autor de gran talla aportaba su particular visión sobre uno de los personajes estrella de Marvel, y donde además se explicaba cómo Logan adquiría su esqueleto y sus garras de adamantium. Y mi impresión es que algunos de estos lectores van a sentirse decepcionados por la historia que relata Windsor-Smith, porque se aleja mucho de las convenciones del género. No hay supervillano, no hay diálogos ingeniosos, no hay interacción con el resto de universo Marvel, presenta una narrativa nada condescendiente con el lector y plantea tantas preguntas como las que responde. Arma X es una historia de terror.

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Y toda esta larguísima introducción pretende sentar la base para mi última afirmación. Barry Windsor-Smith es en 1991 prácticamente una leyenda en el mundo de los cómics, (en gran parte debido a su trabajo fuera del medio), se exige a sí mismo un alto grado de calidad («cuando todo lo demás te falla… ¡eleva tus estándares!») que no haga desmerecer su nombre del estatus alcanzado, está en cierto modo desencantado del mundo de los superhéroes y su obra está imbuida del espíritu del simbolismo y el romanticismo. Y por todo ello no es de extrañar que decida aplicar a Arma X una vuelta de tuerca que lo aleje de sus compañeros de estantería y lo convierta en una pieza original tanto argumentalmente como estilística y sobre todo conceptualmente. Ya desde las primeras páginas el lector percibe que no se trata de una lectura mutante al uso. Narrativa fragmentada, detalles de información imprescindibles para entender la historia salpicando las viñetas, colores expresivos, composiciones de página arriesgadas hivanadas por las muy bien dispuestas cajas de texto, voz en off entrecortada “a lo Miller”, son algunas de las características que nos alertan de que hay que prestar una especial atención a cada página y que el autor no pretende hacer concesiones. Como en las clásicas historias de terror, la tormenta estalla en la primera página, esa tormenta que Victor Frankenstein necesita para dar vida a su creación, como en Frankenstein un científico que se cree por encima de lo humano trata de crear su particular versión de una nueva forma de vida, como en Frankenstein la creación se vuelve contra su creador en busca de respuestas y de una compensación por el sufrimiento recibido.

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El tema superheroico desaparece por completo y es sustituido por una narración que se balancea entre dos polos: el dolor y la incomprensión del sujeto de experimentación, Logan, y la crueldad y vileza de los experimentadores, especialmente el “Profesor”. Tras el experimento que reviste de adamantium los huesos (salvo los dientes, claro) de Logan y genera sus garras, éste es empujado por sus “creadores” mediante el dolor a un estado cada vez más cercano a la animalidad. Paradójicamente, al hacerlo, sus propios creadores dejan de ser humanos, o mejor dicho, humanitarios. Logan apenas pronuncia algunos monosílabos en todo el cómic, y cuando lo hace uno de ellos suele ser la palabra dolor. Entre la sexta y la séptima entrega de la serie Windsor-Smith sufrió un accidente que le alejó del tablero de dibujo durante seis meses aquejado de dolores intensos. Tras esta convalecencia, el mismo autor afirma que trató de plasmar en Arma X tanto su propio dolor como la prepotencia de los médicos que le atendieron. La construcción de los tres personajes principales, el “Profesor”, el doctor Cornelius y la ayudante Hines es medida y llena de matices gracias a los abundantes diálogos repletos de frases en apariencia superfluas pero que aportan profundidad y credibilidad. La gradación que existe entre la moralidad de los tres personajes sirve para poner de manifiesto distintos dilemas éticos que van más allá de lo que la historia cuenta. Como en las películas de terror, el monstruo (Logan), no es más que un vehículo para hacer un retrato de los seres humanos que le rodean, a menudo más monstruosos que él.

La narración se estructura como un jego de muñecas rusas: tan pronto nos encontramos en el interior del cerebro de Logan, como somos sus observadores, y aún, en un nivel superior, un cerebro pensante en la sombra maquina toda la operación, siendo todos los personajes de la historia meros títeres en sus manos. Un cerebro cuya identidad desconocemos y que en cierto modo sirve como artificio narrativo para mantener abierto el misterio del origen de Lobezno. Conocemos el cómo, pero no el quién ni por qué. El juego de intercalar estos distintos niveles logra crear un acertado paralelismo entre la desorientación del lector y la del propio Logan, acrecentado por los diseños y colores casi abstractos empleados en los fondos. El ritmo va de lo frenético y entrecortado a lo pausado, con algunas escenas prácticamente a «cámara lenta» en función de las necesidades narrativas. Las decapitaciones, mutilaciones y desgarros provocados por Logan están resuletos espectacularmente por Windsor-Smith, siendo un reflejo de la propia violencia sufrida por el personaje a manos de sus captores. A diferencia de otras historias dentro del género de superhéroes, aquí la violencia cobra un papel relevante y es motor del relato.

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Windsor-Smith se emplea a fondo en la construcción de la historia, el dibujo y los acabados, conviertiendo Arma X en una de sus mejores obras, compleja y hermética, válida por si misma sin necesidad de conocimientos previos sobre universos mutantes y tan actual hoy en día como en el momento de su publicación. La edición de Panini es correcta si obviamos el horrible diseño de la cubierta de cartoné simulando tela que comparte toda la línea “Best of Marvel Essentials”. Incluye todas las portadas realizadas por el autor y algún extra, pero cae en el mismo error que todas las ediciones (incluídas las americanas) posteriores a los cuadernillos originales: la elección del papel hace que los colores sean demasiado brillantes comparados con los originales, diseñados para ser leídos en el tipo de papel de comic-book de los años ’80 y principios de los ’90. Por este motivo Windsor-Smith se niega a firmar este tipo de tomos en las convenciones y declara avergonzarse de su aspecto. Evidentemente, se tomó muy en serio su trabajo en Arma X.

4
Excelente, tebeos como este hacen grande el cómic.



el tio berni