Pequeños eclipses (Fane & Jim)

Portada
Pequeños eclipses (Fane y Jim). Rossell Cómics, 2008. Cartoné. 296 páginas. B/N. 22,95 €


¡Qué listos son estos franceses! Nadie como ellos para analizar las bondades y miserias de la vida en pareja, de extrapolar los sentimientos, exprimirlos y sacarles todo el jugo posible, jugando a rozar los estereotipos, pero sin llegar a caer en el tópico, dándole facetas y caras nuevas, luces y sombras a los personajes que conforman esta aventura, formada a su vez por las pequeñas historias que cada cual trae de casa, que marca su carácter y que nos hace ver el desarrollo de sus circunstancias, basándonos en ese pasado del que es imposible desprenderse, al que les gustaría renunciar o poder cambiar, ya que hace que su presente –y quién sabe si también su futuro- aparezca determinado por aquellas acciones de las que se arrepienten, pero ¿hasta qué punto? Lo que hicieron, lo que están haciendo, ¿quisieron o pueden renunciar a que suceda? Dicen que los trenes pasan sólo una vez, ¿es eso cierto, se preguntan? Y de ser así, ¿hay que tomarlos? ¿Quieren tomarlos? ¿Es tan duro cogerlos como dejarlos pasar? ¿Es mejor arrepentirse y llevar una pesada carga en la conciencia o arrepentirse de lo que pudo ser y no nos atrevimos a que fuese?

El grupo de amigos que describen los autores Fane y Jim en estos Pequeños eclipses, se reúne bajo una premisa: escapar unos días de París e irse a una villa idílica y retirada del mundanal ruido: la excusa es apreciar en todo su esplendor un eclipse de sol. Son todos viejos conocidos, excepto una, y de sobra saben lo que de cuece bajo esa apariencia de amistad sosegada y tranquila.

Los primeros en aparecer en escena, pues mucho de relación cinéfila tiene esta historia, son el único matrimonio que viaja junto, Dominique e Isabelle que no disimulan ni por un momento la tensión existente entre ellos. A la mañana siguiente, aparecen los otros tres amigos: la explosiva y mordaz Héléna, el divertido del grupo, Hubert y el tercero en discordia y catalizador de muchas de las situaciones que se producirán, Jean Pierre, que ha quedado para recoger a la “nueva” y última integrante del sexteto, una joven universitaria con la que chatea a través de internet, llamada Jan y por quien ha mentido a su esposa… para poder conocerla y hacer el viaje con ella… y con sus amigos, claro.

Es más que evidente que están presentes todos los elementos para que se produzca una situación –no sé si estarán de acuerdo conmigo- muy francesa: un grupo de amigos que intentarán mantener las formas, con una brillante conversación alrededor de una buena mesa bien dispuesta y con dos detonantes a flor de piel: la crisis de la edad de unos cuantos y la juventud en el otro extremo que la acentúa aún más. Como conductor, el vino, que hará que las lenguas se suelten y empecen a volar las insinuaciones y las indirectas, que dejarán paso a las pullas y los trapos sucios, que sacarán a relucir las debilidades, los miedos las dudas,… que quedarán flotando en el aire hasta el día siguiente, en que volverán a reunirse y retomarán lo tratado en un esfuerzo ¿vano? de expulsar todos los demonios internos e interiores, echando balones fuera por si existiera la posibilidad de no resultar damnificado en esta especie de exorcismo colectivo, en el que no puede faltar, en algún momento, la palabra burgués, para que la tragicomedia se pueda firmar como auténticamente francesa.

Interior
Otra de las páginas interiores, con un pequeño flasback, proporcionada por la editorial Rossell Cómics


Los personajes están claramente definidos desde un principio, lo que no significa que no se revuelvan y argumenten, no son “clichés” que sepan que y por qué están haciendo y deshaciendo: intentan tener más de un punto de vista y ponerse en lugar del otro, pero son viejos conocidos y saben que el volcán que subyace no tardará mucho en ponerse a temblar y empezar a soltar palabras incandescentes que les abrasarán hasta dejarles exhaustos y con el alma en carne viva. La joven Jan, al tiempo, les da otra visión, también conocida, pero casi olvidada y ya añorada por la mayoría. Y de fondo, el eclipse como punto sin retorno de sus vidas o como comienzo de un nuevo resurgir o como continuidad de su letanía, insufrible pero conocida y segura. Está en sus manos la decisión, como lo estuvo antes, como lo estará siempre. Otra cosa es qué decidir.

El dibujo, como el guión –y según nos explican en una breve entrevista a los autores al inicio de la obra, a modo de introducción- está hecho a cuatro manos. Bueno, a dos manos: su mano derecha y mi mano derecha y retrata perfectamente las características y carácter de los personajes, enfatizando en cada momento los rasgos para dar importancia a lo que se está diciendo, ya que las palabras están escogidas minuciosamente para que las frases tengan poder en sí mismas, transformándose casi en sentencias lapidarias. Y el dibujo no puede por menos que destacar esos diálogos brillantes y maliciosos, inteligentes y divertidos, en los que hay que moverse con radar para esquivar las minas o los ojos centelleantes; plasmar la sensación de libertad y al tiempo, la de claustrofóbico encierro autoimpuesto; de tener que mentir y componer el gesto para hacer soportable la situación o la vida; de callar cuando se está desgarrando por dentro para gritarlo a los cuatro vientos… o al eclipse, al real y al que cada cual carga encima, haciendo sombra a alguien a quien se quiere profundamente.

Y para disfrutar de esta dualidad que impregna toda la obra, en la que no hay ni buenos ni malos, ni blancos ni negros sino una hermosa y apabullante escala de grises, en la que es fácil identificarse con todos y con ninguno, no puedo más que recomendarles la lectura de estos Pequeños eclipses, una fantástica obra llena de pequeñas cotidianidades y grandes verdades.





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Excelente, tebeos como este hacen grande el cómic



Mar


Más visiones sobre Pequeños Eclipses:
* en el blog de Little Nemo´s Kat
* en La Cárcel de Papel.