La tempestad (García & Peinado)

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La tempestad (García & Peinado). Astiberri, 2008. Cartoné. 92 págs. Color. 16 €


Si bien el cine ya ha recuperado en varias ocasiones la (posiblemente) última obra de teatro escrita por William Shakespeare hace casi 400 años, destacando Planeta prohibido (Fred McLeod Wilcox, 1956), La tempestad (Derek Jarman, 1979) y Los libros de Prospero (Peter Greenaway, 1991) (pretenciosa y excesiva, pero visualmente bella), no recuerdo ahora mismo ningún cómic que retomase el argumento de La Tempestad, salvo por las referencias tangenciales en La Patrulla X de Chris Claremont y Paul Smith. Cierto, hay recreaciones en formato cómic más bien literales, de esas que se realizan como medio didáctico para jóvenes, pero no adaptaciones de los personajes y temas principales con el objeto de crear una obra artística independiente del original que se valga por sí sola y se pueda enjuiciar de forma independiente de su fuente original (que curiosamente es justo lo que son gran parte de las obras de Shakespeare). El mérito es mayor por cuanto hablamos de una producción española y de género, algo que últimamente parece reclamarse desde varios frentes como uno de los modos posibles de impulsar la creación de cómic en España y de llegar a públicos más amplios. Siempre y cuando, claro, como en este caso, el resultado sea positivo.

Santiago García, a quien intuimos amante de los géneros y su subversión a tenor del trabajo realizado en El Vecino junto a Pepo Pérez, se decanta en este caso por la ciencia ficción , que siempre ha sido un buen vehículo para transmitir crítica social e ideas, digámoslo así, filosóficas. Amparado por la narración de una historia que se mueve en unos parámetros muy específicos que la hacen en cierto modo lejana al mundo y las vivencias reales, se obtiene la visión de campo necesaria para ver el bosque sin que los árboles nublen la visión. Así pues, García decide trasladar la acción de La Tempestad a un futuro indeterminado perfectamente asumible por el aficionado al género que apenas si necesita de explicaciones. Sabemos que por una parte ya existen los viajes espaciales, pero que por otra el hombre no ha cambiado mucho en lo que se refiere a estructuras sociales y aspiraciones personales. A partir de ahí, fieras extrañas, robots, seres inhumanos, computadoras, científicos poco proclives al altruismo y empresarios sin escrúpulos serán los encargados de enfundarse en los trajes de los personajes de Shakespeare y de contar su historia… más o menos. Los propios estudiosos de la obra de Shakespeare esbozan teorías encontradas sobre el significado y el simbolismo en La Tempestad, aceptándose en cierta medida que se trata de una crítica sobre el colonialismo. Aquí, el guionista va un paso más allá en su hipótesis de trabajo, que desarrolla hasta las últimas consecuencias, mostrando una desencantada visión del género humano en su conjunto en su relación con la naturaleza y las fuerzas primarias de la vida apenas escondida tras la aparente ligereza de la historia. Se podría hablar también de los guiños y homenajes (bien integrados) tanto al cine como al cómic o al propio Shakespeare, pero es más divertido que sea el propio lector quien los descubra.

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Una de las cosas que llaman la atención al terminar de leer el cómic es lo rápido que han pasado las casi 90 páginas que lo forman, eso que suele pasar cuando uno se entretiene y se abstrae de lo que sucede fuera del tebeo que tiene entre manos. Utilizando una sabia dosificación y equilibrio entre la acción y el discurso, saltos a las peripecias que acontecen a los distintos grupos de personajes (reflejo de la obra original) y, sobre todo, sintetizando muy bien unos diálogos que dicen mucho con las palabras justas y que serán más ricos y llenos de significado (por comparación) para quien conozca la obra de Shakespeare, Satiango García dota de un esplendido ritmo a la historia. La inteligente utilización de la composición de la página logra marcar tempos más pausados durante las conversaciones y dotar de velocidad a las escenas de acción, mientras que las abundantes splash y semisplash que salpican el álbum añaden la espectacularidad y los momentos de sorpresa que el género requiere. Por otra parte, los personajes despiertan más antipatía que simpatía en el lector, que no acaba de preocuparse por la suerte que corran. No tengo claro si esto es algo buscado por los autores (porque, la verdad, casi todos son bastante mezquinos) o si se trata de una deficiencia de la obra, así que cada cual que juzgue según su criterio.

Javier Peinado realiza un trabajo de diseño de personajes y escenarios impecable, y en concreto es absolutamente impresionante como Ayu (Calibán), con esa representación tan cercana a un dibujo prehistórico, se desliza por las páginas y despierta miedos atávicos. El trazo de Peinado es claramente heredero de la tradición de línea clara de la escuela franco-belga, y aunque todavía no parece del todo maduro ya apunta maneras muy prometedoras (conviene recordar que este es su álbum de debut). Hay cierto contraste entre los escenarios y cachivaches, más milimétricos, a lo Hergé o más bien Edgar P Jacobs y los personajes, donde el estilo parece más suelto, a lo Javier Rodríguez, como si no se acabase de decidir por una vía. Aparte de esta mínima apreciación, su iconografía funciona y es tan sugerente como ágil. También es cierto que la portada podía haber sido un poco más… no sé… espectacular o reveladora del contenido. La edición de Astiberri, como de costumbre, más que correcta, aunque no habría estado de más una pequeña introducción o similar que acercase la obra de teatro original al lector que la desconozca.

4
Excelente, tebeos como este hacen grande el cómic.


el tio berni