Studs Kirby (Peter Bagge)

Portada
Studs Kirby (Peter Bagge). La Cúpula, 2005. Rústica. 100 págs. B/N. 7,95 €


A estas alturas de la película, ¿quién no ha oído hablar del autor que nos ocupa, el polémico –como poco- Peter Bagge? Y ¿quién no ha leído algo suyo? Bien, pues respondo afirmativamente a la primera cuestión y ahora también puedo hacerlo con la segunda. Sí, entono el “mea culpa” por ello… o no, porque lo cierto es que creo que hay que leer por apetencias y hasta ahora mismo, no me había llamado la atención este autor o, cuando menos, había perdido la lid con otros tantos que, en su momento, me apetecieron más. Y desde que he acabado este Studs Kirby, creo que no tardarán en caer otros a los que ya les tenía echado el ojo, como su Odio.

Para alguien que tiende… que tienda a la corrección política, este volumen será un puñetazo en la boca del estómago del que es difícil recuperar la respiración.

Nos encontramos en plena década de los ochenta y en un punto indeterminado de los Estados Unidos, en una comunidad ni grande ni pequeña sino todo lo contrario, entre rural y urbana y con todos los tópicos imaginables de la fauna y la flora representativa que nos llega de estas poblaciones, a través de unos telefilms icónicos que ellos mismos se han encargado de transmitir y machacar intensivamente.

Studs Kirby (¿el apellido será cosa del azar?) es un locutor de radio empeñado en una misión: abrir los ojos al americano medio acerca de las verdades que están ocurriendo a su alrededor. Hay que decir las cosas como son, o como él las ve –claro- le pese a quién le pese. Estas razones son las que llevan a su emisora a cancelar su programa y a otra a renovárselo, pues, se compartan o no sus opiniones, la polémica es bien recibida, siempre y cuando sea capaz de mantener a los patrocinadores: no se nos olvide, ni se le olvida a él, por supuesto, que una cosa es ser fiel a las propias creencias y otra muy distinta quedarse sin la plataforma reivindicativa.

Este peculiar señor Kirby cuenta con dos amigos verdaderos: Warren “Tate” Tatum y Marta Newman, con quienes mantiene una relación que, como mínimo, se podría clasificar de peculiar. Es evidente que son amigos, pero es más complicado seguir siéndolo, sentir aprecio y cariño por alguien como Studs: comparten opiniones y noches de bolos, pero el genio endiablado y volcánico del protagonista les lleva a situaciones límite sin aparente posible solución, aunque hay que decir que, a veces, son ellos quienes encienden su genio por el simple placer de verle estallar hecho una furia, pues Studs Kirby no tiene ningún pudor en expresar sus opiniones, sean o no requeridas, en cualquier momento o circunstancia, y con mucho más ahínco si quien está delante le da la razón o se la quita. Así es el personaje de Bagge: un defensor a ultranza deem>sus lbertades individuales y de unas normas que, por supuesto, adecua a su comportamiento e intereses y que encuentra siempre algún chivo expiatorio para los males que pudren los cimientos de la sociedad estadounidense, por lo que arremete contra comunistas y neonazis por igual (o casi), gays y lesbianas, feministas y nenazas, grupos minoritarios varios… Vamos, que no deja títere con cabeza y siempre desde una postura intransigente, con un punto de ebullición muy bajo, que consigue que lo peor de su carácter esté deseando mostrarse en todas ocasiones.

Interior
El desquiciado, intolerante y explosivo Studs Kirby en plena acción



El dibujo de Bagge es fácilmente identificable: ha conseguido tener un estilo propio, reconocible fuera y dentro de lo que se denomina cómic underground, del que se le ha considerado uno de sus principales miembros, junto con el jefe Robert Crumb.

En este álbum al dar protagonismo absoluto al personaje principal y a sus diatribas sobre esto y aquello y lo de más allá, la mayoría de las viñetas se centran en planos medios que nos ponen en situación sobre los debates que mantiene Studs con el resto de la humanidad, con sus compañeros de trabajo, invitados y contrincantes, o con sus amigos, que son quienes nos permiten ampliar ese plano a escenarios más diversos como la bolera, el bar o su propia casa, la típica vivienda unifamiliar (otro tópico másamericana, de televisor a ras de suelo y sillón con mesita para cenar mientras se ve el programa de la noche. Los personajes son caricaturas de personas que bien podrían seguir existiendo en la sociedad actual, sea la norteamericana o la nuestra propia, con ligeras variantes (cambien ustedes el gorro de lluvia de Bud por una gorra tipo ciclista de la empresa de aluminios que más le guste) que a su vez y llevados al extremo en su comportamiento y manifestaciones, les hacen aún más –si cabe- caricaturizables en los arranques de furia, exagerando el trazo hasta lo imposible.

En resumen, un tebeo más que interesante para pasar una tarde desempalagándose de los dulces típicos de estas fechas o de las que sean, con una realidad que aunque nos antoja (o quisiéramos) lejana, puede encontrarse en la puerta de al lado o en el país que hace moverse al resto a su son o en su contra.


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Bueno, este es el nivel medio que habría que pedir a cualquier tebeo


Mar