S. (Gipi)

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S. (Gipi). Sins entido, 2007. Rústica. 112 págs. Color. 16 €


Gian Alfonso Pacinotti, o Gipi, es un contador de historias. Es decir, hay autores de cómic que son eso, autores de cómic, y que no podemos imaginar en otro medio. Gipi declara que no lee historieta y tiene su propia productora de vídeo, lo que apunta a que el italiano necesita sacar, en la forma que sea, las historias o sentimientos que lleva dentro, y que probablemente lo hace de una manera impulsiva. Tal vez es por eso que sus narraciones tienen ese carácter tan especial y alejado de tendencias y convenciones, ayudado, eso sí, por una caligrafía muy particular y que se ha ido refinando con el tiempo. Entre la aparición en el mercado de las historias aún un poco verdes de Exterior noche donde el autor iba aclarando su voz narrativa hasta Apuntes para una historia de guerra en la que ya nos encontrábamos a un autor maduro, sólo transcurren 3 años en los que el autor ha aprendido a hacer hablar a sus personajes y convertirlos en personas, a huir de algunos artificios gráficos y adoptar otros más efectivos para cada narración o fragmento de narración concreto. Sus hallazgos han sido recompensados con numerosos premios, y aunque estos no tienen por qué ser sinónimo de calidad, un premio en Angoulême, otro en Luca, otro en Fiesole, dos Micheluzzis, dos Romics, un Margouillat, un Goscinny y un Max und Moritz (y probablemente me deje alguno) no parecen casualidad. Visto el nivel de calidad ascendente de las obras de Gipi, se podía esperar mucho de este S. y, la verdad, no ha decepcionado nada.

En S. Gipi recuerda a su padre muerto, Sergio. Ni más, ni menos. No nos cuenta la historia de su padre, no nos relata su relación con él (aunque inevitablemente haya momentos donde ambas cosas suceden de forma tangencial), simplemente lo recuerda, para que esos recuerdos, desperdigados, repetitivos, inconexos a veces en el libro, no se pierdan en el olvido. Es un homenaje a la existencia de un hombre, a los propios recuerdos de ese hombre y a la memoria que ha dejado en los demás, distinta en cada uno de sus familiares. A veces cobran importancia pequeños detalles de apariencia absurda que sin embargo, y esto lo sabe quien ha perdido un ser querido, son lo que con más fuerza se clavan en la memoria. Las claves para entender S. las daba el propio Gipi en una presentación del libro: en primer lugar, el libro se titula S. porque le causaba demasiado dolor escribir el nombre completo de su padre. Esto, que puede parecer obvio cuando un hijo escribe sobre un padre muerto, no es banal, ya que explica también el tono distanciado que domina el libro, donde evita regodearse en el dolor o en momentos especialmente sentimentales. Ya sobre la historia Calle de las adelfas incluída en Exterior noche el autor escribía «He elegido una narración sin sentimientos (y, tal vez por ello, llena de sentimiento), que simplemente describiese. Sin expresar juicios, opiniones o sensaciones». El mismo planteamiento preside S., y tan sólo en un par de secuencias, al final, cuando narra la incineración de su padre, Gipi deja entrever el dolor ante la muerte, aunque tampoco entonces juega a ganarse la simpatía del lector. Porque S., y esta es la otra clave importante, no es un libro para nosotros, sino para él mismo, para intentar aprehender y entender la figura de su padre. Por eso, en las últimas páginas, cuando ya siente que ha logrado su objetivo o cuando tal vez el ejercicio del recuerdo es demasiado extenuante y doloroso, ni siquiera dibuja las viñetas y nos ofrece el texto desnudo. Gipi ha hurgado entre sus recuerdos y los ha plasmado tal como son (ya lo he dicho, fragmentarios, contradictorios, repetitivos) para que nunca se pierdan. Y por ello, S. es un libro sincero.

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Sólo por su sinceridad y falta de sentimentalismos al tratar un tema tan propicio a ello, S. ya merecería la pena, pero es que además Gipi utiliza distintos tratamientos de color y dibujo para distintas escenas, con lo que cada momento cobra una importancia especial y diferenciada. Abundantes paisajes donde el cielo o el mar que ocupan casi toda la viñeta, habituales también en otras obras suyas, evocan aquí la ausencia. Los recuerdos de su padre, más lejanos en el tiempo, reciben colores más oscuros y uniformes y no se delimita la línea de la viñeta, y las memorias del propio Gipi se retratan con colores más vivos. En parte de la impresionante escena de la incineración el autor prescinde de la línea y aplica directamente la acuarela, como en un momento de confusión o tal vez en el que las lágrimas emborronaban la visión. La caja que encierra las cenizas de su padre resulta un recuerdo tan ominoso que ni siquiera se colorea. A veces el texto y la imagen narran momentos completamente distintos. La narrativa fragmentaria a lo largo de todo el álbum imprime un ritmo magnífico. En la última viñeta dibujada, un padre a quien no se ve la cara se despide desde la lejanía mientras Gipi escribe «¿Cuál es la versión real? ¿Existe una versión real?». En otro autor o en otra historia, todos estos recursos y requiebros gráficos podrían haber parecido artificiosos, alardes de cara a la galería. En S. sin embargo se intuyen espontáneos, no provocan extrañeza y suponen el contrapunto visceral y emocional a los (excelentes) textos casi fríos y expositivos, estableciéndose entre ambos un diálogo y un simbolismo que enriquece la obra e invita a las relecturas. Gipi ha preferido que fuesen sus dibujos, antes que sus palabras, quienes expresasen sus sentimientos.

Y ha firmado un álbum espléndido.

4
Excelente, tebeos como este hacen grande el cómic.



el tio berni