Antoine de las tormentas (Luis Durán)

Portada

Antoine de las tormentas. Luis Durán. Astiberri, 2004. Rústica con solapas. Blanco y negro. 160 páginas. PVP: 15 euros



Podría comenzar diciéndoos que desde que nací la mano del destino fue contra mi persona. Así comienza Luis Durán el relato, vivido en primera persona, de las andanzas y vicisitudes de este Antoine de las tormentas y de su extraña relación con el destino, que participará de modo más que activo en el devenir de su existencia, marcándole sin poder elegir lo que a continuación le habrá de suceder: Antoine a penas si puede dejar de ser un títere en las manos juguetonas de los hados.
Entre estos vaivenes sin control, nuestro protagonista intenta manejar o tomar algo de control de su propia vida, pero todo –o casi- parece resultar del todo punto imposible. Todo le llega sin que él pueda avanzar en otra dirección que la marcada por la flecha de una veleta caprichosa que le indica cambios se sentido de manera constante: nada parece perdurar mucho tiempo a su alrededor; los cambios están ahí, acechando para que Antoine se vea envuelto en aventuras para las que no se encuentra preparado ni sabe cómo afrontar.

Lo único estable, que le proporciona un lugar, aunque sea dentro de su alma, es el recuerdo de su madre, absolutamente vivo, a través de los cuentos que ella le relataba y que él nos trae a su memoria, a nuestra lectura, como punto de reposo a cada nuevo cambio que se produce en su vivir. Y no es que esos cuentos le aten a la realidad: nada más lejos. Es donde este personaje se permite soñar, ampliar los límites de un mundo que le tiene bien atrapado en su extraña cotidianeidad y dar rienda suelta a otros seres cuya existencia -¿quién sabe si existieron o no en verdad?- le permiten comprender algo que en su vida real no le está permitido. Y no es otra cosa que vivir siendo dueño de lo vivido. Así nos encontramos con una galería de personajes a cual más extravagante, más onírico y con nombres tales como Denis de los relámpagos, Dominique de los sueños, Laure de los espejismos y don Fascinante de los sepelios. Curiosa es, como poco, la relación que mantiene el protagonista con todos estos caballeros y así es como parece nacer, sin que pueda ser de otro modo, su propio nombre. Todos mantienen una relación directa con su apellido, explicativo como pocos, de sus vidas. Así Antoine no puede por menos que llamarse de las tormentas porque éstas son las que marcan de modo definitivo su existir: las tormentas físicas que condicionan su vida como marino, con sus truenos, relámpagos y mares agitados, y las tormentas espirituales que hacen que se remuevan las entrañas de su alma.

Interior
Aquí encontramos una entrevista al autor y para quien guste de más datos, hacerles saber que con este álbum, Durán obtuvo el Premio al mejor guión de 2004 del Saló Internacional del Cómic de Barcelona y resultó Finalista del premio Euskadi de Literatura 2004



Este libro está dividido en capítulos, de diferente duración, que nos acercan a los momentos por los que va pasando Antoine. Los que tratan de su vida están diferenciados de los de cuentos y recuerdos por el uso y la planificación del espacio, ocupando estos últimos únicamente la parte central de las páginas.

El dibujo en ambas partes es el ya característico de Luis Durán, con defensores y detractores casi a partes iguales y casi con el mismo ardor. He de decirles que a mi el estilo y el dibujo me gustan, y que lo disfruto mucho: me parece lleno de una melancolía que deja ver el alma a través de esos ojos, casi siempre tristes y de esas bocas que acostumbran a estar al borde de lanzar un suspiro de sorpresa, sin atreverse, pero -¡ay!- todo eso se viene abajo cuando se vislumbra una tenue sonrisa, como un guiño lanzado que disipa toda sombra de duda, aunque sólo sea durante el instante que dura. En este tomo también encontramos una fuerte dependencia en los juegos entre el blanco y el negro, sin medias tintas ni grises atenuantes: el destino no permite situaciones así y eso queda reflejado en el uso de los negros como un elemento más de la narración, con viñetas que nos recuerdan a antiguas litografías, que destacan los volúmenes, sombras y contornos.

La edición de Astiberri, papel de calidad que soporta y da cabida a esos negros rotundos sin transparencias, es más que buena.

Por todo ello, un tomo éste de Luis Durán que hará las delicias de los seguidores fieles pero que no convencerá a detractores de pulso firme y afianzado. A todos ellos brindo desde aquí, si les parece oportuno, una oportunidad, sobre todo si acostumbran a disfrutar con los cuentos, las ensoñaciones y los trabajos bien hechos.


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Bueno, este es el nivel medio que habría que pedir a cualquier tebeo


Mar