El Increíble Hombre Filtro

Cómic, ya saben. Lo de los muñecos y las viñetas. Un medio repleto de color donde todo es jauja, ¿verdad? Pues no señores. Les aseguro que el trecho que va desde la mesa de dibujo a la librería especializada está repleto de trampas y obstáculos. Que el camino está sembrado de damnificados. Que a pesar de todo, cada día hay tipos que se calzan las botas decididos a recorrerlo.
Ya saben ustedes que el editor de cómic es el señor que posee la editorial. El que afloja la molla y decide qué se publica y qué no.
Saben también que el artista de cómic es el señor que alumbra la obra. El que maneja el pincel a las órdenes de un guionista o de su propia psique. Por lo general, una vez tiene material suficiente que atestigüe cómo quedará el tebeo, se pone en contacto con el editor y le viene a decir: ¿Está usted interesado?
El editor tiende a estar ocupado tomando cafés con individuos que abrirán nuevos canales de distribución, apalabrando presentaciones que catapultarán un nuevo manga al estrellato; flirteando por teléfono con el yanqui de turno que le facilitará esos materiales que todos en España están aguardando con impaciencia. No, el editor rara vez tiene tiempo para recibir personalmente a ese chaval que cada día, tras cumplir con sus obligaciones como camarero, se vuelca en el entintado de su space opera.
Cuando me contrataron como redactor, me advirtieron ya que lidiar con los aspirantes a artista iba a formar parte de mi trabajo…

Así comienza el artículo de Sergi Puertas publicado en la revista Interzona. Puertas trabajó como redactor jefe en La Cúpula entre 2001 y 2006, y el resto de su relato-confesión puede leerse en el blog de Jaime Martín.