The League Of Extraordinary Gentlemen: Black Dossier (Moore & O’Neill)

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The League Of Extraordinary Gentlemen: Black Dossier (Moore & O’Neill). DC-Wildstorm, 2007. Cartoné. 208 págs. Color. 29,99 $


Comparando someramente el trabajo de Alan Moore en los años ’80 y su trabajo actual es fácil llegar a la conclusión de que, desde hace tiempo, quien guioniza no es él, sino su piloto automático. Sí, es cierto, el piloto automático de Alan Moore vuela más alto y por rutas más interesantes que muchos otros pilotos, pero ya no es lo mismo. De hecho, ya hace tiempo el célebre guionista británico anunció que alcanzada determinada edad, dejaría de guionizar cómics. Pasado el cumpleaños fatídico, los cómics siguen fluyendo de su pluma. También prometió no volver a trabajar con DC, y prácticamente ha empleado un tecnicismo para tener toda una línea de cómics dentro de la compañía, la línea ABC de Wildstorm. ¿Por qué tanta contradicción? Rectificar es de sabios, sí, pero… Bueno, el dinero sin duda es un gran aliciente, y a pesar de su afición a visitar otros mundos, Moore sigue teniendo que pagar impuestos en este. Eddie Campbell comentaba que, mientras estaba trabajando en From Hell con Moore, sabía exactamente cuándo llegaba la época de la recaudación de impuestos en Gran Bretaña por la mala hostia que se le ponía al barbudo. Y por supuesto, el otro gran motivo parece ser el ego de Moore, que tras intentar hacerse un hueco en el mundo de la literatura con La voz del fuego, tal vez ha entendido que allí no será el dios intocable que es en el mundo del cómic.

¿A qué viene toda esta parrafada? Bien, el último álbum guionizado por Moore editado en Estados Unidos, The League Of Extraordinary Gentleman: Black Dossier, pone de relieve prácticamente todos los aspectos mencionados. Si ya la primera entrega de la serie no deslumbraba a pesar del elemento sorpresa del pastiche inteligente y la estructura casi folletinesca, repleta de acción, aventura y mucho humor y el segundo volumen era directamente mediocre, en este tercer número se confirma la tendencia de calidad descendente. Ahora bien, hay quien aduce que el tercer tomo de La Liga todavía está por ser publicado (lo hará Top Shelf, y Moore y O’Neill ya trabajan en él). Este Black Dossier nace por obligaciones contractuales con Wildstorm, y da la sensación de que sus autores han decidido cubrir el expediente con un mínimo esfuerzo. Black Dossier se estructura a modo de metacómic: en el marco de una historia clásica de espionaje y en un mundo totalitario que bebe de George Orwell, los protagonistas (Murray y Quatermain, los únicos miembros que quedan de La Liga) deben recuperar un dossier en el que figuran datos sobre la historia, los miembros y las distintas encarnaciones de La Liga de los Caballeros Extraordinarios a lo largo de la historia. A su vez, los protagonistas son perseguidos por los esbirros del gobierno, mientras van encontrándose con personajes y leyendo fragmentos del dossier que les ayudan a comprender las distintas conspiraciones y peripecias que han propiciado la situación actual de las cosas.

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Nos encontramos por tanto ante una historia de espionaje y persecución que al final no es más que un hilo conductor para insertar referencias a obras del mismo género (James Bond, El Tercer Hombre…) y esos fragmentos del dossier, que Moore resuelve con distintos estilos y estrategias, desde el cómic (muchas veces humorístico) hasta textos que simulan ser comedias de Shakespeare, informes, relatos esotéricos, biblias de Tijuana o relatos paródicos donde emula el estilo de distintos escritores. Y ese es precisamente el problema. Si en Watchmen los textos al final de cada capítulo eran un complemento que enriquecía la historia pero que era prescindible para su comprensión, en Black Dossier sucede lo contrario. El “cómic”, la historia de espionaje, es casi anecdótica, sin ritmo, sin emoción y con un final anticlimático y decepcionante. Es cierto que Moore sigue teniendo buen oído y hay diálogos inteligentes y divertidos, pero la trama y las situaciones son, nunca mejor dicho, una manera de cubrir el expediente. Llegamos pues a los dichosos fragmentos del dossier… Algunos de ellos son realmente brillantes: la historia de Orlando (contada en forma de cómic) tiene su gracia, al igual que la recreación de las nuevas aventuras de Fanny Hill (que parece un apéndice de Lost Girls). El cuento lovecraftiano al estilo PG Wodehouse es desternillante y, en general, casi todos los fragmentos muestran el esfuerzo y la habilidad de Moore para manejar y entretejer muy diversas referencias de la literatura pulp, de ciencia ficción y de terror. Pero no son cómic. Da la sensación de que el guionista se ha empeñado en alimentar su ego demostrando su inteligencia y habilidad literaria y, de paso, alimentar el ego del lector cada vez que descubre una referencia: “¡Hey, Alan Moore y yo hemos leído los mismos libros!”. Bueno, tal vez este último punto no sea del todo cierto. Algunas referencias son tan oscuras que es casi imposible reconocerlas, aunque hay quien se ha dedicado a diseccionarlas. El resultado final de todo este batiburrilo de estilos y estructuras no es más que un ritmo endeble y, en definitiva, un intenso aburrimiento. Kevin O’Neill, en su línea, hace un trabajo efectivo e incluso loable en su recreación de distintos estilos gráficos y narrativos, pero no alcanza la espectacularidad de las anteriores entregas y no es suficiente para sustentar el cómic, aunque su recreación de ambientes, con abundantes detalles que redundan en beneficio de la verosimilitud de la historia es uno de los puntos fuertes del tebeo.

Como dato curioso sobre los extras que incluye el tebeo, las últimas páginas del cómic están dibujadas con efectos tridimensionales (bastante logrados), para cuyo disfrute se incluyen una gafas especiales y, aunque en su momento se anunció y en el cómic se hace referencia a él, finalmente no se incluye el disco de 45 rpm con música ad hoc. La edición es primorosa y el cómic consecuentemente caro.

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Interesante, pero no resiste una purga por motivos de espacio.


el tio berni