Cromwell Stone, la trilogía (Andreas)

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No es un autor fácil, Andreas. No es fácil de seguir, dada su extensa producción, no es fácil de entender, por deleitarse en explorar mundos extraños y personales utilizando recursos en ocasiones rompedores y, por supuesto, no es fácil de reseñar. Por tanto, hay que hacerlo.

Andreas no tiene suerte en nuestro país. Norma lo intentó con Capricornio y Rork, series que cuentan con diez tomos cada una, y en ambos casos la edición quedó a medias. Recientemente lo volvió a intentar Planeta con Arq, y aunque han publicado 8 de los 9 números de los que hasta ahora consta la serie en su colección BD (el noveno saldrá en diciembre), nos tememos que no ha gozado de una gran aceptación entre el público. Pero Jaime Rodríguez confía en Andreas y al fin se ha completado en España la publicación de una serie del autor alemán residente en Francia, Cromwell Stone.

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Cromwell Stone consta de tres volúmenes, el primero de los cuales, titulado simplemente Cromwell Stone, se serializó en el mercado franco-belga allá por 1982-1983 en la revista Le Journal Illustré (le plus grand du monde) y se publicó en formato álbum en Bélgica en 1984 por Michel Deligne. Desafortunadamente, el editor quebró y Andreas tardaría diez en retomar la serie, apareciendo la segunda parte, El retorno de Cromwell Stone, ahora directamente en formato álbum, en 1994 de la mano de Delcourt. La tercera y última parte, El testamento de Cromwell Stone, tardaría en aparecer otros 10 años, de nuevo de la mano de Delcourt.

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Cromwell Stone (Andreas). Planeta, 2005. Cartoné. 48 págs. B/N. 8,95 €


La serie comienza con una cita de Lovecraft, y a lo largo de todo su desarrollo se constatará la admiración de Andreas por el escritor americano. Según el propio Andreas, aficionado a la literatura fantástica y de terror, cuando al fin descubrió a Lovecraft, dejó de buscar. Había encontrado al escritor que describía a la perfección el horror en la forma en que el propio Andreas lo entendía.

Cromwell Stone se sitúa en las mismas coordenadas espacio-temproles que las obras de Lovecraft, un lugar perdido de América en las postrimerías del siglo XIX. Comparte también numerosas similitudes temáticas: el protagonista “inocente” que se ve envuelto en fenómenos inquietantes e inexplicables que desafían la comprensión humana, la presencia de entes cuasi todopoderosos venidos de algún lugar lejano y oscuro, las casas misteriosas, los lugareños inquietantes… Como en toda buena historia de terror psicológico, esta obra tiene la virtud de sugerir más de lo que muestra, y de dejar más de un hecho inexplicable a la interpretación del lector, aunque en líneas generales la trama se resuelve satisfactoriamente.

Andreas no es ajeno tampoco a los juegos y los homenajes. En esta obra, el lector atento puede encontrar escondidos en las atiborradas viñetas, homenajes a autores como Robert E Howard, Barry Windsor-Smith y Jeff Jones y seguramente muchos otros que se me han pasado. El otro homenaje evidente es para Berni Wrightson. La admiración de Andreas por el autor de Baltimore es de sobra conocida, y ya en su serie Rork podíamos encontrar a un personaje llamado Bernard Wright. En esta ocasión, Andreas rinde pleitesía a Wrightson a través del estilo de dibujo, que recuerda enormemente a las ilustraciones de este último para Frankenstein, que a su vez trataban de emular el estilo de los ilustradores de finales del siglo XIX como Gustav Doré. Obviamente esto dota a la obra de una coherencia especial: el estilo de dibujo se asemeja al estilo utilizado en la época que se representa. Andreas muestra una maestría inusitada en el empleo de la plumilla, creando unos dibujos abigarrados, complejos, llenos de luces y sombras que dotan de un aire siniestro y oscuro a la historia. El autor siempre ha sido amante de la geometría y arquitectos como Frank Lloyd Wright, y llena sus viñetas de complicadas formas y perspectivas. La casa donde transcurre parte de esta historia está plagada de extraños diseños, y al mismo tiempo se utiliza la composición de página como un elemento más de la historia.

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A Andreas le gusta experimentar, aunque no siempre acierte. Según él mismo dice, no es un gran dibujante, pero está muy preocupado por la forma en que se cuentan las cosas y por las posibilidades que la historieta ofrece a nivel narrativo. Esto le lleva a buscar soluciones que en ocasiones chirrían y en otras funcionan a la perfección y nos dan la medida del Andreas genial. Tanto en uno como en otro caso, se agradece la labor de búsqueda e innovación de un autor que nunca está completamente satisfecho con su trabajo y que tiene el afán de mejorar con cada nueva obra. En esta obra concreta, podemos decir que el mayor artificio gráfico a que recurre el alemán es el propio estilo de dibujo, y desgraciadamente, aunque tomadas las viñetas de forma individual nos encontramos ante muy bellas ilustraciones, desde el punto de vista narrativo la cosa hace aguas. El excesivo detalle y abigarramiento en el dibujo ralentizan excesivamente la lectura y hacen que el lector no sea capaz de imponer el ritmo que requiere la historia, creando un efecto de distanciamiento. A pesar de ello, los aficionados al terror y especialmente los aficionados al loco de Providence, disfrutarán de este tebeo.

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El regreso de Cromwell Stone (Andreas). Planeta, 2006. Cartoné. 48 págs. B/N. 8,95 €


Si en la primera parte el protagonista era Cromwell Stone y su forma de afrontar el terror y las situaciones sobrenaturales, en este segundo álbum el protagonista es la entidad cósmica que cayó sobre la tierra y provoca dichas situaciones. En este sentido, las citas que sirven como introducción a sendos volúmenes resultan reveladoras. La acción transcurre años después, podemos suponer que unos 40 aproximadamente, a principios del siglo XX, pero se estructura a base de flashbacks (y flashbacks dentro de flashbacks). De nuevo, no voy a incidir en la trama, prefiero que el lector la vaya descubriendo por si mismo, pero sí daré algunas pistas para su comprensión, espero.

A pesar de haber transcurrido 10 años desde la publicación de la primera entrega, Andreas tenía muy claro en su cabeza cómo debía continuar la serie, y de hecho comprobamos como la primera y la última página de este libro son prácticamente idénticas a las del libro precedente, y algunas imágenes inexplicadas en el primer tomo cobran al fin sentido. Se repiten personajes, se repiten los viajes en barco, y al final, nos encontraremos de nuevo en el escenario del primer libro, aunque algo cambiado. De ahí que el título de este trabajo tenga un significado especial, y que con su lectura se complete un círculo perfecto.

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El apartado gráfico, si bien conserva (y ahonda en) la oscuridad del primer tomo, está mucho más trabajado, y la consecución del libro ocupó al autor nada menos que año y medio. Teniendo en cuenta que hablamos de 46 páginas y que Andreas dibuja 11 horas diarias casi sin interrupción incluso los fines de semana, estamos hablando de un trabajo impresionante. Una de las ilustraciones más impactantes, una página doble que muestra una tormenta marina, monstruos y barcos, le llevó al menos tres semanas, y aun no quedó contento con el resultado. Dentro de mis limitados conocimientos, sólo Berni Wrightson de entre los autores modernos de cómic se ha acercado de esa manera a emular con una simple plumilla los grabados del siglo XIX sobre un papel. Por tanto, de nuevo nos encontramos ante páginas deliciosas para contemplar, pero ineficaces desde el punto de vista narrativo. Una lástima, pero de cualquier manera hay que agradecer el esfuerzo del autor por realizar este tipo de experimento. También podemos encontrar en este número, afinando la vista, homenajes a autores como Breccia o Moebius, e incluso a series contemporáneas como Twin Peaks y otros pequeños detalles que enriquecen la historia.

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El testamento de Cromwell Stone (Andreas). Planeta, 2006. Cartoné. 48 págs. B/N. 8,95 €


De nuevo hay un salto importante entre la publicación del anterior volumen y éste, 10 años, y también un salto adelante de unos 40 años en la historia que se narra. En esta ocasión la acción se desplaza a la vieja Europa, a Escocia más concretamente. El cambio de escenario parece lógico, ya que permite a Andreas jugar con elementos de la rica tradición galesa tan del gusto del círculo de Lovecraft. De hecho, si las anteriores obras transmitían ese terror primigenio característico del escritor americano, en esta ocasión el tono, aunque inquietante también, es más cercano a la poética de sus amigos Robert E Howard y Clark Ashton Smith o predecesores como Lord Dunsany y Arthur Machen. Se puede decir que el tema central de la historia cambia radicalmente, ya que si en los dos anteriores tomos el terror, lo misterioso, lo místico, venía de fuera para atacar al mundo, en este caso el protagonismo recáe dentro del propio ser humano y parece encaminarlo a una redención final. Tenemos que el personaje central en este caso es una mujer (símbolo de vida), amnésica tras un accidente terrible (renacida) que casualmente no tiene o no conoce a sus padres verdaderos, pero cuyos padres adoptivos, reales o imaginarios, tienen como nombre Mary y Joe. O May y Joss. O Maggy y Joseph. O… ¿no os suena familiar? Además, el motivo recurrente en este tomo serán las lechuzas, que se pueden interpretar como mensajeros de los dioses, y para colmo la cita que da comienzo al libro proviene de La Biblia. Símbolos, símbolos…

En el presente tomo los flashbacks se confunden con alucinaciones de la protagonista, hasta el punto que no podemos distinguir qué parte de sus recuerdos es real y cuál no, y para aumentar la sensación de irrealidad Andreas no entinta esas imágenes y nos muestra el lápiz desnudo. En contraposición a las dos anteriores obras y acorde con el tono “mesiánico” del presente tomo, el dibujo es mucho más luminoso y menos recargado (aunque no por ello falto de detalle), las perspectivas menos forzadas, la distribución y forma de las viñetas más sencilla y clara, lo que mejora enormemente la legibilidad del cómic y lo convierte, para mi gusto, en el más conseguido de la serie. Su aparente sencillez no evita que Andreas juegue con la composición de página y trate de realizar sus habituales piruetas narrativas, pero lo hace sin estridencias, como en la imagen que se muestra más abajo, en la que casi sin darnos cuenta nos vemos obligados a invertir el orden natural de lectura y leer las viñetas de la columna de la izquierda de abajo hacia arriba, ascendiendo a lo alto de la torre con el personaje sin que resulte forzado. De acuerdo, no es ninguna maravilla comparado con las virguerías que hace en otros de sus álbumes, pero sirve para ilustrar lo que quiero decir.

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Una vez más, no todas las preguntas planteadas a lo largo de los tres tomos son respondidas, pero al menos el final parece coherente con el resto de la serie y llegamos a pensar que es el único final lógico tras el camino recorrido. Aunque Cromwell Stone ya no aparece de forma directa en este volumen, su legado está presente durante todo el tiempo, y prácticamente todo el desenlace está explicado desde el elemento que da título al cómic, el testamento de Cromwell Stone.

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Bueno, este es el nivel medio que habría que pedir a cualquier tebeo


el tio berni