Hotel California (Nine Antico)

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Hotel California (Nine Antico). Sapristi, 2016. Rústica con solapas. 196 págs. B/N. 19,90€

Cuando leí hace años El sabor del paraíso (Ponent Mon, 2011) me dejó un poco frío. Gráficamente interesante, pero demasiado ligero y hermético al mismo tiempo. Pero ahora, leyendo Hotel California, pienso que tal vez debería releer aquel primer cómic de Nine Antico que cayó en mis manos, porque, precisamente, la ligereza y el hermetismo son sus mejores virtudes.

Puede que Antico haya afinado, en realidad. Que haya encontrado un modo de no perder la liviandad en su narrativa pero concretarla en un relato con sustancia. Y no me refiero a que pasen cosas o a que cuente algo, no; hablo de sensaciones, de estados de ánimo, y, en definitiva, de ser capaz de transmitir el espíritu de una época. En este caso, la de los años sesenta en la América que despertaba del sueño americano de los cincuenta y se encontraba, de un día para otro, asaltada por melenudos, drogotas y gente hablando de paz y amor.

Hotel California se centra en las vivencias de una joven apodada Ricitos, la típica niña de papá rubia y apocada, que juega con las primeras Barbies ajena a la via adulta. El descubrimiento de la música moderna, de los primeros fenómenos de masas, se acompaña de los primeros picores sexuales y la llegada de la adolescencia, así que en cierta forma estamos ante un relato arquetípico de paso a la adultez, aunque lo interesante es cómo Antico es capaz de contar esto a través de la música, o más concretamente, a través de canciones míticas del pop y el rock de masas.

Ricitos se hace mayor y se integra en los diferentes momentos del fenómeno fan mediante su afinidad con diferentes bandas, que va dejando atrás capítulo tras capítulo: hay elipsis pronunciadas que nos sustraen información, pero en realidad el tono del relato invita a no hacerse muchas preguntas. Todo comienza, por supuesto, con los Beatles en la televisión, en su visita a EE. UU.; observándolos, la chica se queda hechizada. Escoge su favorito, que desplaza a Elvis Presley, tal vez demasiado mayor para ella, demasiado antiguo. Consume el primer merchandising para aficionados a las bandas, empieza a ir a conciertos, y se deja hechizar por esa música que sonaba a ruido a sus mayores. Y se convierte primero en fangirl y luego en groupie, pero de las pros, de las que acompañan en las giras a sus ídolos. The Rolling Stones lo cambian todo: lo que en los Beatles era un sonrojo de mejillas, se convierte con ellos en un calor claramente sexual: la página 105, quizá mi favorita de todo el libro, transmite perfectamente el cambio en el mismo momento en el que ocurre: Ricitos se levanta la camiseta y lanza su sujetador a Mick Jagger y compañía. Las composiciones de página —perfecciona lo que ya ensayaba en El sabor del paraíso— y el delicado dibujo de Antico, de ecos crepaxianos, de trazos de tinta precisos y ligeros, son perfectos para moverse entre la realidad de una época que retrata sin demasiadas estilizaciones —algo notable, dado que no vivió esos años— y la ensoñación que provocan las hormonas, las drogas y la exaltación de las fans; sólo en algún momento, creo, se le va la mano en esto y chirría un poco. Por ejemplo, en el viaje en alfombra voladora junto a Jim Morrison. Sin embargo, la gran virtud de Antico es, sin duda, ser capaz de dibujarlo todo en el mismo registro de una manera coherente e integradora, sin que ni siquiera las pajas que les hace a sus idolatrados nos parezcan algo sórdido.

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Los ídolos en Hotel California son distantes y cercanos al mismo tiempo. Dioses de la música que se quedan temblando como bebés cuando se corren, como todo el mundo. Ese descubrimiento supone para Ricitos cierto proceso de empoderamiento, porque descubre que, en esas circunstancias, tiene poder sobre ellos. Algo similar sucede con su decisión de no perder la virginidad con ninguno, esperando a su amor verdadero, que, tal vez, sea ese chico amable e ingenioso, poco amigo de tumultos, que resulta ser Brian Wilson. No lo sabemos, porque todo acaba sin un verdadero cierre, con un «continuará» que más que anunciar una próxima entrega, nos está diciendo sencillamente que la vida sigue.

No sorprenderá que piense que, en el fondo, esta novela gráfica trata más de la construcción de la personalidad y la entrada en la vida adulta de una joven estadounidense de los años sesenta que de la músca que se hacía entonces, aunque ésta impregne todo y, en algunos capítulos, sea verdadero hilo conductor. Pero lo que importa es el fenómeno social, al igual que sucede en una obra por lo demás muy diferente: Heavy 1986 de Miguel B. Núñez, curiosamente también publicado por Sapristi en 2016. No es que el amante de la música no pueda disfrutar viendo a The Who, The Ronnettes o Love —todos magníficamente retratados por Antico, además—, pero creo que lo más importante que se cuenta en Hotel California es más íntimo y personal que el mero desfile de celebridades.