La momia misteriosa (Jason)

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La momia misteriosa. Astiberri, 2016. Rústica con solapas. 17 x 24 cm. 144 págs. B/N. 14€

Jason es ya una de las figuras consagradas de la novela gráfica europea. Como tal, siempre roza un límite artísticamente peliagudo: el acomodo, el encasillamiento en una fórmula que funcione y una marca personal que venda. Su dibujo, de estilo muy concreto y cerrado, añade más riesgo. Es muy complicado variarlo sin dejar de ser él mismo. En El gato perdido lo difuminó, relajando el trazo, pero seguía siendo plenamente reconocible.

Sin embargo, el noruego ha conseguido caminar sobre la cuerda floja, de un modo que sugiere que, en efecto, era consciente del peligro. No se reinventa, no sorprende, pero tampoco aburre ni da la sensación de hacer siempre lo mismo. Eso, que era en realidad el objetivo de tantos y tantos artistas que trabajaron —y trabajan— en la industria del cómic infantil y juvenil, es hoy para un autor de cómic adulto un problema, si no para el éxito comercial, sí para el desarrollo artístico.

En La momia misteriosa nos remontamos más de una década en su producción para revisar historias cortas, sin apenas palabras, que estilísticamente están totalmente integradas en su producción posterior: Jason encontró su sitio muy pronto. Lo primero que destaca es el excelente manejo del ritmo. Con estructuras de página sencillas, sin grandes sobresaltos, mueve a una buena cantidad de personajes mediante el uso de elipsis que sincopan el ritmo, que nos llevan de una acción a otra, de un personaje a otro, en tramas que no guardan una relación de causa efecto pero sí de contigüidad.

Tal vez por eso el libro se lee rapidísimo; la síntesis del dibujo de Jason, algo así como una matematización de la línea clara, también nos lleva a eso. Pero hay algo muy interesante en La momia misteriosa, que tiene que ver con una de las constantes de la obra de Jason, su fascinación por el pulp y el folletín, que se prolonga en la serie B cinematográfica. En las páginas de este cómic se dan cita muchos clásicos del terror: Drácula —y Van Helsing—, el monstruo de Frankenstein, la momia, el zombi, el hombre lobo… Pero también estereotipos, figuras icónicas como «el marciano», «el troglodita», o incluso un ángel y un demonio. Son personajes que ya residen en el imaginario colectivo, por lo que los lectores no necesitan que se los introduzca de un modo convencional: desde la primera viñeta sabemos quiénes son, y a qué se dedican. Sin embargo, Jason opera sobre ellos una descontextualización y una apropiación que son las que alejan sus resultados del pastiche o de la revisión más o menos posmoderna que puede hacer, por ejemplo, Alan Moore, que es escrupulosamente respetuoso. Jason se apropia de estas figuras y las hace suyas, parte de su universo autoral. Para empezar, desde lo gráfico: los monstruos que pueblan este libro no se inspiran en los clásicos un tanto románticos de la Universal, ni en los más agresivos de la Hammer, sino que son los animales antropomórficos típicos de Jason, con los atributos icónicos mínimos para ser reconocidos.

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Pero eso es sólo un nivel. Hay otro más, que tiene que ver con dónde están situados y qué hacen esos personajes. Su lugar de residencia parece una ciudad media europea más, y en ella viven aburridos, cruzándose de vez en cuando, viendo la tele por la noche, cenando pizza fría. Pero no se trata de que lleven vidas corrientes, sin más; en realidad hacen lo que deben hacer, pero lo ejecutan todo dentro de una rutina de empleado de banca gris, sin entusiasmo, como quien ficha en la oficina —en algún caso, literalmente—. No hay satisfacción en la rutina de caza y muerte de inocentes que se supone a seres tan inhumanos, sino más bien aceptación y frialdad. La misma que transmite Jason con sus rostros inexpresivos y hieráticos. Las emociones en estas historias, toda vez que ni siquiera la palabra nos ayuda, sólo se nos transmiten mediante convenciones del lenguaje: respingos, cruces en los ojos, gotas de sudor, y la espiral sobre la cabeza que, prácticamente, Jason ha convertido en marca de su estilo.

El libro lo cierran un conjunto de tiras protagonizadas por los mismos personajes, que exploran la estructura pétrea de daily strip de tres viñetas, de modo que cada una corresponde a una de las partes del relato clásico: planteamiento, nudo y desenlace. Formalmente casi perfectas, sin embargo se muestran más limitadas que el resto de páginas para que Jason, uno de cuyos puntos fuertes es el desarrollo de la alineación, muestre todo su arsenal. Sin embargo, eso no evita que haya alguna certerísima, en la que afila una crítica nada obvia a la sociedad contemporánea —ese zombi acudiendo al psicólogo entre víctima y víctima.