Astiberri cumple 15 años

Recientemente, la editorial Astiberri ha cumplido 15 años de actividad en el sector. Para celebrarlo, el pasado viernes celebró en Madrid una macrosesión de firmas y una fiesta posterior, pero también convocó a los medios por la mañana, en la librería madrileña Traficantes de sueños, para celebrar una rueda de prensa a la que acudieron tres de sus editores, Laureano Domínguez, Fernando Tarancón y Héloïse Guerrier, el autor, diseñador y corresponsable del sello ¡Caramba! Manuel Bartual y los autores Paco Roca, Álvaro Ortiz, Santiago García y Javier Olivares. Entrecomics estuvo en esta cita infrecuente en el sector del cómic, en la que se habló del mercado español, de sus cambios en los últimos años, de la novela gráfica y de la trayectoria de Astiberri, y en la que se aportaron algunos datos no muy conocidos. Por su interés, hemos transcrito la mayor parte de la rueda de prensa, y a continuación os ofrecemos el resultado.

Fernando Tarancón: Hemos querido hacer esta rueda de prensa porque hemos cumplido quince años, pero también porque estamos demasiado cerca de nuestro trabajo como para analizarlo con perspectiva, entramos en rutinas que creemos que están funcionando relativamente bien… Pero nos hemos dado cuenta de que en el último trimestre hemos publicado trece novelas gráficas de autores españoles. El año en que empezamos no sé si, sumando todas las editoriales, se publicaron tres obras de unas características similares a éstas.

Héloïse Guerrier: Sólo en este trimestre hemos tenido Yuna, Tante Wussi, Necrópolis, Rituales, La casa

Fernando Tarancón: Nos parece que es un hecho significativo. No decimos que somos los que trajeron la novela gráfica a España, ni mucho menos. De hecho creo que este año ha habido una cosecha excepcional de novelas gráficas, tanto las nuestras como de otras editoriales. Pero sí creemos que es un hecho reseñable que, si bien no podemos pensar que está todo hecho, ha habido un avance significativo en relación a cuando empezamos a trabajar. No es sólo por nuestra labor, evidentemente. Es algo de lo que nosotros participamos, pero es un movimiento básicamente de autores.

Laureano Domínguez: Cuando empezamos, no llegaríamos ni a la decena de autores españoles. Era como mucho un 20% de lo que publicábamos. Ahora suponen más del 50%.

Fernando Tarancón: En 2015, de 52 novedades 30 han sido de autores españoles. Y eso nos hace muchísima ilusión. Nos llena de orgullo y satisfacción [risas]. Hace un tiempo, nos habríamos dado por satisfechos si hubiésemos sacado sólo un título de esta calidad por año. Pero creo que ya estamos en otra fase.

Me gustaría comentar un poco los inicios de Astiberri. Porque el caso es que yo no sé aún qué es una editorial tradicional. Laureano sí tenía una experiencia en el mundo editorial.

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Laureano Domínguez: Para mí Astiberri supuso una revelación. Yo no era especialmente aficionado al cómic alternativo como el que hacía La Asociación en Francia, que era el referente en los años 90. Mi educación previa y mi experiencia como editor en Norma Editorial y luego en Ediciones B era mucho más clásica: Alfonso Font, Daniel Torres… era lo único un poco parecido a una novela gráfica en Norma, y en Ediciones B serían los cómics de Co & Co, cada uno independiente de los demás, no eran una serie. Pero en Astiberri descubro Blankets, Pyongyang… Es como descubrir de repente una habitación de la casa en la que no habías entrado nunca pero está llena de cosas fascinantes. Y, es curioso, cada año teníamos un libro especial. Un año fue Blankets, otro Bone, del que conseguir los derechos fue un esfuerzo espectacular, otro año fue Berlín, otro los libros de Alex Robinson… Publicamos títulos que iban funcionando y que hicieron que la apuesta que hicimos fuera progresando.

Fernando Tarancón: Yo creo que además dimos buen rollo. No sé qué pudo motivarlo, pero los libros entraron bien desde el principio. Hubo mucha y buena prensa. La gente ve que es muy fácil hablar con nosotros, y los autores ven que trabajar con nosotros está bien, y hablan entre ellos. Al principio aún costaba conseguir autores nacionales…

Manuel Bartual: Fernando es muy modesto, pero yo quiero hacer un apunte: viéndolo desde fuera, porque yo entré en Astiberri como diseñador cuando llevaban dos años, en los que era sólo un lector, creo que sí aportaron mucho a la llegada de la novela gráfica a España. Los primeros años sí fueron más dubitativos, no se sabía por dónde tirar, pero hay un momento en el que la cosa cambia. Y hablo de la publicación de 2004 de Blankets, una de las novelas gráficas clave en España. Un año antes jamás se habría publicado en formato libro.

Fernando Tarancón: Ni seis meses antes [risas].

Manuel Bartual: Claro. De hecho se iba a publicar en cuatro tomitos, y estaban diseñadas cuatro portadas, incluso. No existía el concepto de publicar  un libro de seiscientas páginas. Pero en ese momento se decide apostar por ello, sin antecedentes. La gente pensó que era una locura y se la iban a pegar. Pero funcionó.

Laureano Domínguez: Hablamos de un libro de 35 euros.

Fernando Tarancón: De hecho no fue un pelotazo al principio. Trajimos al autor [al Saló del cómic de Barcelona], no hubo apenas prensa… Pero un mes después empezaron a salir reseñas y entrevistas, y comenzó a funcionar mejor. Pero Blankets pudo ser la tumba de Astiberri.

[…]

Yo al principio discutía con otros editores, porque enviábamos ochenta ejemplares de prensa, y porque no conocía a más periodistas. Y me decían otros editores que era tonto, que aquellos eran unos jetas, que se los quedan para ellos [risas]. Y decían «no te creas que luego hablan de todo, a veces no publican nada». Y yo pensaba que si no le ha gustado, o si no puede, o no le ha encajado, es normal que no lo haga. Pero el concepto de servicio de prensa no existía. De hecho nosotros editábamos una revista de crítica, Trama, y pedíamos prensa a las editoriales, y no mandaban nada. ¡Me decían que se los prestara de mi librería a los colaboradores! Quizá nosotros por nuestra falta de conocimiento no teníamos algunos vicios. También entendimos muy pronto que el futuro era buscar nuevos lectores, y para eso necesitábamos dos cosas: entrar en librerías generalistas —y aquí tiene que ver bastante Fnac, pero también el hecho de que empieza a haber material interesante para ellas—, y que hubiera una reconversión de la librería especializada en cómic. Y esto en parte se ha dado: ahora hay muchas librerías de cómic en las que da gusto entrar, en las que los libreros son profesionales. No son “La mazmorra del androide” de Los Simpsons. […] Nosotros decíamos que publicamos cómics que no eran necesariamente para lectores de cómic.

Héloïse Guerrier: Antes de entrar en Astiberri yo estaba en Sins Entido. Y recuerdo perfectamente aquel momento, en 2004 o 2005, en el que la prensa no hablaba nada sobre cómic. Cuando entro en Astiberri en 2009 ellos ya habían sacado Blankets, Bone… Y a los pocos años de entrar, alrededor de 2012, pasamos a tener más del 50% de la producción anual de autores españoles. Y eso me resultó muy interesante. Por ejemplo, en Sins Entido se publican obras de autores españoles, pero solía haber más traducciones del mercado francés. Un buen ejemplo de ese proyecto de Astiberri es el libro Panorama: la novela gráfica española hoy, de 2012, coordinado por Santiago García. Contiene treinta historietas inéditas de autores que son representativos de esta nueva época dorada del cómic. Es muy significativo que ahora vaya a publicarse en EE UU de la mano de Fantagraphics.

Fernando Tarancón: Fantagraphics era de hecho nuestro referente. También van a editar Las meninas y Arrugas.

[…]

Panorama

Pregunta: Hace quince años veníamos de un erial; ¿cómo vivisteis los autores el nacimiento de una editorial que iba a apostar por vosotros?

Álvaro Ortiz: Yo recuerdo comprar en su momento cosas como Mis circunstancias de Lewis Trendheim.

Fernando Tarancón: Ese título salió en el primer año y creo que sería uno de los primeros ejemplos de nuestras novelas gráficas.

Santiago García: Yo debo de ser, de los autores que estamos aquí, el más antiguo en Astiberri. Empecé a trabajar con vosotros en 2002, con los proyectos de Pepo Pérez  y Javier Olivares. Con El vecino y Beowulf, respectivamente. En un Expocómic nosotros estuvimos hablando con Glénat, que entonces estaba editando a autores españoles. Y nos dijeron que les interesaba un proyecto, pero el otro no. Nos quedamos un poco chafados. Y entonces un amigo que había trabajado con Astiberri, Bernardo Vergara, nos habló de esta gente de Bilbao, y me propuso quedar con Fernando Tarancón. Lo hice, y le pasé los dos dosieres. Al poco tiempo me llamó y me dijo que aceptaba.

Pero es cierto lo que decís: a finales de los noventa estaba Camaleón sacando comic-books y La Cúpula con sus Brut Cómix, pero la sensación era que se editaban cuadernillos en blanco y negro no sólo porque fuera el formato que había, sino porque era lo más barato. No se vendía nada ni había interés en nada. La idea que teníamos es que esto [el cómic español] se había acabado. Que de cara al futuro lo único que quedaba era leer traducciones de cómic americano y manga, y algún álbum francés. Y la gente que quiera trabajar, se irá al extranjero. Cuando aparece Astiberri y nos dice que nos van a publicar un álbum a todo color, alucinamos. Pero creo que faltaba una cosa muy importante, que ha explicado Manuel antes: el formato. Ese primer formato de álbum francés nos sube la autoestima a los autores, pero no era el camino a seguir. Lo vemos ahora, cuando ha pasado tiempo; no era algo que entonces supiéramos, pero necesitábamos el formato de libro. Blankets fue muy importante, pero la aparición de Arrugas y María y yo en 2007 fue algo que cambió la percepción de autores y editores. De pronto fue como su hubiera una estampida, en la que todos los editores salieron corriendo persiguiendo la novela gráfica. Pero antes era algo que nadie veía. De hecho recuerdo que Fernando me contó que iban a sacar este tebeo de Paco Roca, que entonces no era alguien conocido, una historia de unos viejos con Alzheimer… Yo lo leí, pensé que era interesante, pero no le veía posibilidades de mercado. Recuerdo que hicieron la presentación en La Central del Reina Sofía y había poquísimas personas. Es decir, que no fue algo fulgurante. Pero en poco tiempo empezó a coger velocidad y lo cambió todo. Es una cuestión de relación con los lectores, de cómo percibimos las cosas. Yo lo vi muy claro en dos obras que estaba haciendo. Una era La tempestad, con Javier Peinado. Tenía el guión terminado cuando aparecen Arrugas y María y yo, y me hicieron darme cuenta de que la novela gráfica cambiaba muchas cosas, y que lo que nosotros queríamos contar, una historia completa, encajaba mucho mejor en ella. Y le propuse a Peinado rehacer por completo la obra, en una versión más extensa, que es la que se publicó. Y luego estaba el tercer libro de El Vecino. Los dos primeros habían salido en formato de álbum francés. El tercero iba a salir en el mismo formato; estaba hecha la mitad, pero estábamos estancados, habíamos tenido dificultades creativas, y la forma de reactivarlo fue adaptarnos a la novela gráfica. Redistribuimos las viñetas, lo publicamos en blanco y negro… La sensación que teníamos, después de replicar el formato de álbum francés, fue que habíamos llegado a casa. Que aquello sí se correspondía con quiénes éramos y con el momento y lugar en el que estábamos. Porque el comic-book y el álbum eran, digamos, lenguajes prestados. La novela gráfica nos permitió ser nosotros mismos. Y ha habido mucha gente que ha participado de esto, pero esto no hubiera ocurrido sin Astiberri.

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Laureano Domínguez: La novela gráfica era algo que ya existía en EE UU, pero yo recuerdo perfectamente que fue una decisión consciente por nuestra parte apostar por ella. En una reunión que tuvimos en Bilbao nos dijimos que si seguíamos haciendo álbumes nos hundíamos en un año o dos. Hacíamos cosas muy buenas para ese mercado pero los autores que venden los tenía pillados Norma, Grijalbo… Y al mismo tiempo vimos que con Blankets o Pyonyang estábamos acertando, estaban vendiendo… Había que apostar por ahí.

[…]

Manuel Bartual: Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que aquí la adaptación al cómic de La ciudad de cristal, que eran ciento y pico páginas, se publica en tres tebeos de cuarenta y ocho páginas. Es decir, que había cierto miedo al libro.

Laureano Domínguez: De hecho, las primeras novelas gráficas eran en blanco y negro por ese miedo, nadie se atrevía a sacar un libro de gran extensión en color.

Santiago García: También se han abaratado los costes de las imprentas.

Fernando Tarancón: Sí, aunque nosotros seguimos imprimiendo todo en España.

Pregunta: ¿De cuántos ejemplares fue la primera edición de Arrugas?

Laureano Domínguez: Hicimos tres mil para poder ajustar el PVP.

Paco Roca: Yo había publicado justamente en La Cúpula, pero, aunque había cosas interesantes, se publicaban en esos formatos que comentábamos. Se seguía esa inercia que nos decía que en España no había mercado para hacer nada, y había que buscarse la vida fuera, publicar en Francia. Pensabas tus obras para ese mercado, en su formato, para su gusto. Y entre dos proyectos que tenía para el mercado francés empecé a hacer otra cosa, un cómic sencillo, quizás a mitad de camino, con una temática que no encajaba en el mercado francés pero cuyo formato sí lo hacía: 46 páginas. Fue El faro, en 2004. Manuel Bartual me presentó a la gente de Astiberri. Hablé con ellos y confiaron en el proyecto […]. Pero en ese momento todavía no se llevaba a librerías generalistas ni a la Fnac, y el libro se quedó un poco en el medio.

Fernando Tarancón: Fue bien, pero al nivel de las tiradas y las ventas de entonces.

Pregunta: ¿Cuál fue la clave para esa expansión de público? Hoy hay mucho más público femenino, y personas que de niños no leían cómics y ahora de adultos sí lo hacen…

Fernando Tarancón: Son muchas cosas que se retroalimentan. Primero tiene que haber obras interesantes, para que los periodistas puedan hablar de ellas. Recuerdo que al principio Astiberri salía en los suplementos juveniles de la prensa. Pero nosotros queríamos salir en las páginas de cultura. Para ello necesitas obras, pero ¿cómo van a hacer los autores esas obras si no tienen el formato adecuado? Por otra parte está la institucionalización: el Premio Nacional es básico y fundamental. Y tienes que tener un público que compre esas obras. Son muchos factores que influyen.

Paco Roca: Yo creo que, aunque Astiberri no haya creado la novela gráfica en España, sí ha sido uno de los pilares de que haya surgido un cómic autóctono, que era algo que tuvimos en cierta manera en el pasado, pero había desaparecido. Y eso ha permitido a los autores publicar sin irse fuera. Siempre nos habíamos quejado de que, cuando se publicaba aquí una obra del mercado francés hecha por españoles, no se vendía, y lo achacábamos al mercado español, al público. Ahora hemos empezado a mirar a España y a hacer lo que es normal en la novela, por ejemplo, donde no se concibe que un escritor español publique primero en Francia y luego se traduzca al español, eso es una aberración. Ahora se publica en España y se hace pensando en un público español; y habla de cosas que conectan con un tipo de lector que quizás no había leído nunca cómic. Empieza a haber cosas que pueden interesar y entenderse si haber leído previamente Watchmen o Corto Maltés, obras autoconclusivas, en un formato más parecido al libro. Eso ha hecho que el cómic haya empezado a normalizarse. Ha habido más editoriales, pero la apuesta tan importante que ha hecho Astiberri por los autores españoles ha sido esencial. Y también lo es que se estén empezando a publicar fuera estas obras. Porque el típico cómic francés, series del estilo de XIII, en realidad no venden mucho fuera. Pero la novela gráfica, al hablar de temas universales, conecta en todas partes.

Fernando Tarancón: También ha sido muy importante la promoción. Y en ese sentido ha habido dos casos paradigmáticos: Paco Roca y David Rubín. Desde el principio han entendido que la parte de la promoción es importantísima. Luego ha habido más autores pero, para mí, ellos dos abrieron camino. Presentaciones, entrevistas, firmas, ferias…

[…]

Santiago García: Es muy importante que cada país y cada industria cultural tengan sus propios condicionantes y su propia tradición. Hay gente que cree que si los autores son españoles el cómic es español, pero no es así; no es lo mismo hacer algo para Francia que directamente para España. Lo estás haciendo para otro público, para otra tradición, con otra estructura editorial. Y estoy de acuerdo en que tanto Paco como David han sido un ejemplo y nos han inspirado a muchos que hemos venido detrás de su estela. Y también creo, sinceramente, que ha sido muy importante internet y cómo ha cambiado nuestros usos sociales. A principio de los 2000 se masifica y hace que todo el mundo comience a bajarse música y películas. Por tanto la gente deja de comprarse CDs y DVDs, y deja de regalarlos. Llega un momento a mediados de la década en que si tú quieres ir a un cumpleaños y regalar algo, no puedes ir con esos productos. Pero cuando vas con una novela gráfica llevas un libro bonito, un objeto bien editado, vistoso. Es muy significativo que en determinado momento veías semana a semana, en la Fnac, cómo iba menguando las secciones de música y de cine y al mismo tiempo iba creciendo la de cómic. Y es una tienda: evidentemente no hace eso si no vende. E incluso aunque no estuvieran relacionados, los dos fenómenos al menos están pasando a la vez.

También se ha dicho mucho que la novela gráfica es un cómic elitista por ser más caro, cuando en realidad es el cómic popular de hoy en día. En mi experiencia, los cómics más baratos que he publicado son los que se han vendido peor. Tú cuando haces un regalo hay cosas que te parecen demasiado baratas, y eso también ha influido en que la novela gráfica haya encontrado un función social, de cara a la gente joven que está empezando a hacerse adulta.

[…]

Y si comparas muchas de las novelas gráficas que se publicaban alrededor de 2004 con las de hoy en día verás que los materiales son mucho mejores. Y seguramente no os penséis tanto en Astiberri hacer esfuerzos para mejorar el formato de algún libro.

Fernando Tarancón: De todas formas el tema del precio es algo que siempre nos ha obsesionado, intentamos ajustarlo al máximo, incluso más de lo que deberíamos. Pero en cualquier caso creo que la novela gráfica aún no ha triunfado. Vamos recorriendo un camino, pero queda mucho para estar a la par del cine. Hay que asumir que falta mucho. La novela gráfica ha conseguido que algunos libros vendan bien, que los que vendan poco lleguen a cifras respetables… Y va creciendo.

[…]

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Laureano Domínguez: Hay un cosa interesante: ahora hay libros que se están vendiendo mucho más aquí que en Francia o en otros mercados, se están invirtiendo los términos. Sucedió con Arrugas

Javier Olivares: Y con Las meninas.

Fernando Tarancón: Hay una cosa que a veces se olvida. Cuando se dice que estamos mucho peor que en Francia, EE UU o Japón… es que sólo existen esas tres industrias en el cómic. La del manga, la del comic book y la del francobelga. No existe una industria noruega, ni austriaca… Pero este nuestro es otro camino, el camino autoral, no industrial. No es que el cómic industrial no haya generado grandes obras, por supuesto, pero esto es diferente. A nosotros nos llegan Javier y Santiago con el proyecto de Las meninas y lo hacen como ellos quieren.

Javier Olivares: Es verdad que otro editor a lo mejor no hubiera dado esta libertad.

Santiago García: Otra cosa que hay que tener en cuenta es que el tipo de novela gráfica que hacemos nosotros en otros países no vende más que aquí. Cuando la gente habla de Blacksad o Corto Maltés no se da cuenta de hablamos de otro tipo de cómic; es como si comparamos el cine de autor con Star Wars, no tienen el mismo público.

Paco Roca: Es que además ese tipo de cómic comercial fuera de Francia no vende igual.

Fernando Tarancón: Bueno, aquí Blacksad o Corto Maltés venden muy bien.

Laureano Domínguez: Pero sin embargo Titeuf, que en Francia pasa del millón de ejemplares vendidos, aquí no vende nada.

Santiago García: Pero en cualquier caso hablamos de cómics distintos. Novela gráfica también se hace en Francia y vende lo mismo que vendemos nosotros, no vende cincuenta mil ejemplares.

Fernando Tarancón: Hay autores como Guy Delisle, que tiene una obra, Cómo no hacer nada, que ha vendido más aquí que en su Canadá natal.

Santiago García: Si yo para vender ochenta mil ejemplares lo que tengo que hacer es una serie de no sé cuántos años, con unos personajes fijos, con una estructura muy cerrada, algo tipo manga, Corto Maltés o superhéroes… eso no es lo que yo quiero hacer.

Laureano Domínguez: Pero es que además en Francia cualquiera no llega a esas cifras; Tardi o Hermann por ejemplo no venden eso. Y el mercado es más grande.

Santiago García: Nosotros estaríamos en comparación con lo que en EE UU llaman cómic alternativo, y en ese mercado no os creáis que se vende más. Venden más algunos, que ya tienen mucha fama, pero cualquier otro se daría con un canto en los dientes por vender lo que vende Paco Roca.

Paco Roca: Creo que el futuro será un mercado global, equivalente a la novela. El cómic industrial se basa en industrias muy centralizadas, para un tipo de público determinado. Sin embargo, la novela gráfica creo que tendrá un público internacional muy grande. Nunca venderá medio millón de ejemplares en un solo país pero los venderá en todo el mundo.

Santiago García: Eso está pasando, es un fenómeno internacional. Ha habido conexiones entre autores con sensibilidades parecidas de diferentes países, más que entre los que pertenecían al mismo país pero a tradiciones diferentes. En Nosotros somos los muertos, la revista de Max, Pere Joan y Álex Fito que mantuvo la llama de la esperanza viva en los noventa, tú podías ver una muestra internacional: tenías a Max y a gente de aquí al lado de Chris Ware y gente de otros países. A eso hay que sumar el circuito de festivales e internet, claro.

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Paco Roca: En países que no tienen ninguna industria, como Alemania, por ejemplo…

Laureano Domínguez: O en Italia, donde el tebeo popular de Bonelli tenía tiradas espectaculares, pero la novela gráfica no vende mucho más que aquí. Estos países pueden tener un éxito puntual, pero en términos globales venden menos.

Fernando Tarancón: Cuesta decir que España es una potencia en el mercado de la novela gráfica, pero la verdad es que yo tomo otros países de la UE y no veo el talento que hay aquí.

Santiago García: Yo me doy cuenta de que aquí en el último par de años está pasando algo con identidad propia, y eso lo están reconociendo fuera. No es casualidad que Fantagraphics edite Panorama, Las meninas y Arrugas, que hayan publicado a Joan Cornellà o Max.

Héloïse Guerrier: Y muchos autores están encantados de venir a las ferias españolas porque dicen que aquí ven un dinamismo diferente.

Santiago García: Es que aquí no estamos constreñidos por una industria como la francesa y la americana. Hemos conseguido hacer lo que queremos y se ha creado algo que se empieza a reconocer, y eso es fundamental.

Laureano Domínguez: La venta de derechos al extranjero era algo fundamental, que nosotros desde el principio teníamos muy claro. Íbamos todos los años con eso en mente a Angôuleme, poniendo dinero porque vendiendo un par de libros al año no recuperabas lo que te había costado el viaje. Las cifras eran ésas: dos, tres, cuatro libros. En 2011 vendimos ocho; y de repente, en 2012, pasamos a unos veinte. Y se ha mantenido desde entonces. Y además vienen editores a verte directamente, no les tienes que perseguir.

Héloïse Guerrier: Hemos pasado de acudir para comprar a derechos a hacerlo para venderlos.

[…]

Laureano Domínguez: Ahora, unos dos tercios de las citas con editores en Angôuleme son para vender derechos.

Fernando Tarancón: Hemos publicado en euskera, gallego, catalán…

Laureano Domínguez: Hemos vendido derechos en Francia, Portugal, Italia, Polonia, República Checa, Finlandia, Japón, Corea del Sur, Brasil, EE UU, Irlanda, Grecia, Croacia, Argentina, China… Cerca de cien ediciones extranjeras en total, contando las diferentes del mismo título. Conseguir entrar en EE UU fue muy complicado.

Fernando Tarancón: Entramos con Wáluk de Ana Miralles y después con La novela gráfica de Santiago García.

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Pregunta: ¿Por qué creéis que costó tanto, por la industria, o por el hábito de lectura?

Fernando Tarancón: Por la estructura editorial de allí; se traduce muy poco, incluso en literatura. En cómic mucho menos.

Laureano Domínguez: En ferias como Frankfurt ves que las editoriales americanas sólo van a vender sus libros. Ellos tienen una industria vendedora, y como luego las ventas de lo que compran no son tan grandes, la primera pega que te ponen es que cuesta mucho traducir y rotular. Lo que nosotros hemos hecho toda la vida [risas].

Fernando Tarancón: La novela gráfica a mí me parece un libro fundamental, y que en EE UU hayan editado un libro como éste, en el que el 50% del contenido está centrado en la historia norteamericana, y que lo haga una editorial prestigiosa como Mississippi University Press, y que sea de un autor extranjero, me parece una cosa inaudita.

Pregunta: Javier, tú viviste los años gloriosos de los 80, viviste cómo eso se paró y cómo ahora volvéis a tener aquella libertad de creación…

Javier Olivares: Sí, pero aquello me pilló muy joven. Y de todas formas tenía la libertad de hacer lo que quisiera pero en una sola revista, Madriz, que además estaba subvencionada. No había un mercado independiente real; éramos cuatro locos que hacíamos cosas raras y había un ayuntamiento que lo apoyaba. Pero era un espejismo. Luego yo me di de bruces con la realidad editorial en la que ya no encajaba, porque me había deformado [risas]. Tanta libertad se había convertido en libertinaje [risas]. Y tuve que ganarme la vida en la ilustración, que era algo que también me gustaba. Y en los 90 lo que había era autoedición, los propios autores nos juntábamos y hacíamos pequeñas editoriales, con tiradas muy cortas, de cómics de pocas páginas. Es muy revelador del momento que vivíamos que a mí me nominen a los premios del Saló con Estados carenciales, un comic book de 24 páginas. Pero, claro, no tenía ninguna competencia. Cualquier autor que hiciera algo personal estaba solo. Estábamos Sequeiros, yo, cuatro más… Nos nominaban a todo. Luego no ganábamos, claro [risas].

Pregunta: ¿Por qué fueron los 90 una época tan mala?

Javier Olivares: Yo no soy sociólogo, pero lo que pasó fue que las revistas se hundieron, el público cambió de gustos… Creo que aquel momento de los 80 también fue un espejismo, en muchas cosas. Los autores se van en desbandada al quedarse sin soporte para publicar. Los que tenían cierta trayectoria se van a los mercados francés y americano, y los “nuevos” nos vamos a la pintura, a la ilustración. Y los que seguimos con la pulsión de dibujar lo hacíamos en estas revistas de escasa tirada. El cadáver nunca estuvo muerto realmente, fue una especie de animación suspendida que duró unos años. Y lo conseguimos mantener con vida porque no nos rendimos, básicamente. Fue una época de resistencia. Juan Berrio hacía revistas, Juanjo el Rápido sacaba sus fanzines, hacia el final de la década Camaleón empezó a sacar comic books… Mantuvimos el cuerpo con vida hasta que llegara el momento de revivir. Era una responsabilidad como autor, como el editor tiene la suya. De todas formas mi caso es extraño; tuve una primera juventud en la que me dejaron hacer lo que quisiera y me lo pagaban, luego me dijeron: «bienvenido al mundo». Pero teníamos la sensación de que aquello tenía que cambiar. Y gracias a editoriales como Astiberri sucedió. Podría haberme ido a Francia, pero yo no quería hacer ese tipo de cómic.

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Álvaro Ortiz: Yo soy el más joven aquí, pero empecé a publicar siendo casi un niño, en 2004, en revistas. Tenía libertad siempre y cuando no me pasara de ciertas páginas. Luego hice un cómic por mi cuenta, y lo saqué como autoedición. Y cuando hice Cenizas con ayuda de una beca la hice como me dio la gana, porque no pensaba que nadie quisiera publicar ese mamotreto de doscientas páginas en color.

Héloïse Guerrier: Sin embargo cuando recibimos las primeras páginas enseguida dijimos que sí.

Álvaro Ortiz: Yo seguía la trayectoria de la editorial como lector y me habían dado referencias de que las cosas se hacían bien; Alfonso Zapico me lo vendió bien [risas]. Yo agradezco mucho que se atrevieran a sacar Cenizas, y los libros siguientes.

Pregunta: ¿Las condiciones de la editorial son buenas para vosotros, los autores?

Paco Roca: Las condiciones son buenas, y mejoran con las ventas de derechos al extranjero. Hablábamos antes del mercado francés, que parece perfecto, pero cuando trabajas allí te das cuenta de que es una gran industria y por tanto los contratos suelen ser abusivos. La historia del cómic francés está llena de autores que se pelean por los derechos de sus personajes con las editoriales.

Fernando Tarancón: Hay cosas de las grandes industrias que a mí me daría vergüenza intentar colárselas a alguien. Y allí están institucionalizadas.

Héloïse Guerrier: Una vez que firman ciertas cosas están vendidos; en ocasiones los derechos pertenecen a la editorial hasta después de la muerte de los autores.

Fernando Tarancón: Nosotros somos flexibles y revisamos con los autores todo. Por ejemplo, lo institucionalizado en ventas de derechos al extranjero es cobrarlo al 50%. Nosotros pensamos que eso no tiene sentido: si nosotros produjéramos la obra, si diéramos un adelanto para que el autor viviera durante dos años, sería lógico. Pero nosotros damos un adelanto sobre la mitad de la tirada en función del porcentaje para el autor, el 10%. Intentamos ser claros y transparentes, informar a los autores, por ejemplo, de las ventas al extranjero.

Paco Roca: Y a veces tenéis cosas que en cierta manera van “en vuestra contra”; mejoráis condiciones para los autores que ya están firmadas. Eso no suele ocurrir.

Laureano Domínguez: En Francia desde luego no. Y yo he visto contratos firmados de venta de derechos en los que el editor se queda un 60%. Lo habitual es ir al 50%. Pero los derechos pasaban a la editorial para toda la vida; Dargaud sigue publicando álbumes de Blueberry porque es lo que firmaron los autores en los años 60.

Fernando Tarancón: Los tiempos cambian. Y tampoco queremos decir que seamos los mejores. Sí intentamos que todo esté claro.

Santiago García: Los dueños de las obras que publica Astiberri son siempre los autores. Y esto está claro desde el principio.

Fernando Tarancón: Si a nosotros nos hacen una oferta en Francia que nos parece fantástica pero si el autor dice que no, es no. Podemos intentar convencerle, pero la última palabra es suya: estamos en el siglo XXI.

Laureano Domínguez: En Francia, cada editorial tiene un encargado de derechos internacionales, y el autor muchas veces se entera de que han vendido su obra a posteriori, y cobra lo que le corresponda.

Fernando Tarancón: En alguna feria ha pasado que un autor pase por delante de nuestro stand, o el de mi librería, y se sorprenda de ver su obra en castellano. Ni siquiera le han hecho llegar un ejemplar.

Laureano Domínguez: Nosotros cuando volvemos de Angôuleme preparamos un informe para todos los autores explicando qué contactos hemos tenido, qué editoriales están interesadas, qué ofertas… Y a partir de ahí decidimos entre todos.

Héloïse Guerrier: Eso tiene que ver también con la estructura editorial.

Santiago García: Hay que decir que los adelantos son sobre la mitad de la tirada, pero a lo largo de los años las tiradas han ido aumentando, con lo cual los adelantos han aumentado también.

[…] [pregunta ininteligible]

Fernando Tarancón: Creo que una empresa como ésta necesita un núcleo duro de confianza. Nosotros ya somos más que compañeros de trabajo y más que amigos. Tenemos una base de trabajo importante. Una vez que tengas esto, no es tan importante que el trabajo sea presencial. Yo estoy en Bilbao, Laureano está en Burgos, Héloïse y Javier están en Madrid, Manuel Bartual siempre ha trabajado en su casa, Bego, la administrativa y Soraya, la correctora, también. La distancia no es un problema. Tres o cuatro veces al año nos reunimos y nos vemos las caras.

Pregunta: ¿Tenéis preparada alguna publicación especial para celebrar los quince años?

Fernando Tarancón: No, no lo habíamos pensado. Igual Panorama ya cumplió esa función.

Héloïse Guerrier: Nos hemos dado cuenta hace poco, no hemos tenido tiempo.

Pregunta: ¿Os acordáis de la fecha de lo primero que publicasteis?

Fernando Tarancón: Lo primero fue el primer número de Trama, creo que en marzo de 2001, que llevaba portada de Strangers in Paradise coloreada por Koldo Azpitarte.

Pregunta: ¿Y la primera novela gráfica cuál fue?

Fernando Tarancón: Mis circunstancias, de Lewis Trondheim.

Paco Roca: Volviendo a un tema previo, creo que es importante decir también que están mejorando mucho las ventas en el mercado latinoamericano.

Laureano Domínguez: Sí, México y Argentina están subiendo.

Fernando Tarancón: Todavía no son cifras que podamos considerar significativas, pero sí hemos visto que suben en los últimos años. Si sigue esta progresión pueden llegar a ser importantes.

Laureano Domínguez: Y eso que nuestros libros allí son caros, por los aranceles, y eso que los descuentos a los distribuidores son mucho mayores.

Paco Roca: En ese sentido el digital es una oportunidad.

Fernando Tarancón: Claro, con eso hemos empezado ahora. Tenemos por una parte el mercado de los españoles que viven en otros países, y por otro el mercado latinoamericano, por supuesto. Poder poner a la venta a un precio asequible nuestros títulos es esencial. La parte del autor de los precios sin IVA de las ediciones digitales es del 50%. Estamos intentando sembrar, aunque sabemos que son pequeños pasos. Publicamos en PDF, porque pensamos que en EPUB no tendría sentido. La experiencia lectora de una novela no varía mucho entre papel y EPUB, pero en cómic entiendo que no. La experiencia es muy distinta y por eso entendemos que no puede tener el mismo precio. Pero creo que la única manera de leer cómodamente en digital es con una tablet.

Laureano Domínguez: Es que además nosotros con cada libro hacemos algo diferente: rústica o cartoné, diferente papel, diferente tamaño… Depende de lo que te pida el libro.

Fernando Tarancón: Intentamos tener en cuenta al autor a la hora de diseñar el objeto. Porque ellos son los que más tiempo le han dedicado a pensar en la obra.

Javier Olivares: Cuando nosotros pedimos hacer un poco más grande Las meninas no pusieron ningún problema.

Pregunta: ¿Pero el encanto de la edición en papel no se perdería en digital?

Fernando Tarancón: Eso nadie lo está discutiendo, es algo evidente. Se trata de cubrir una demanda, pero la experiencia lectora no es igual.