Respuesta de una inteligencia absurda (Shunji Enomoto)

Respuesta-inteligencia-absurda

Respuesta de una inteligencia absurda nº 1 (Shunji Enomoto). ECC Ediciones, 2015. Rústica. 160 págs. B/N. 6,95 €

No conocía el trabajo de Shunji Enomoto hasta fechas recientes, en las que he podido leer Respuesta de una inteligencia absurda, publicado por ECC, una editorial que está conformando un catálogo de manga más que interesante. Se trata de una colección de historias cortas, bastante marcianas, llenas de humor absurdo pero también de un trasfondo crítico no muy alejado de Shintaro Kago, aunque parezca increíble: de hecho Enomoto por momentos parece una versión kawai de Kago, un eroguro cartoon. Su estilo de dibujo casi infantil, muy aséptico, es todo lo contrario del realismo que hace falta para provocar asco real. En su lugar, los personajes de Enomoto son muñecos cuyos cuerpos son mutilados sin trauma aparente, como si no tuvieran órganos. Salvo en un caso, impactante precisamente por su excepcionalidad: «IQ-016».

Hay historias que básicamente fundamentan su atractivo en la exhibición de genitales masculinos —estilizados, como todo el dibujo—, en encuadres espectaculares. A mí me han divertido, por ejemplo, el partido de beisbol que abre el libro, pero me han resultado mucho más interesantes aquellas que ahondan en aspectos más sociológicos. Una de las mejores es «IQ-005» —ya veis que Enomoto no se rompe mucho la cabeza con los títulos de las historias—, donde aparecen una especie de agendas personales tan sofisticadas que tienen la forma de androides. Bajo la apariencia de una historia infantil a lo Doraemon, se encuentra un relato de sordidez, engaños conyugales, dominación y explotación de los pobres androides, que nunca paran de sonreír. Como en el caso de Kago, aunque no se profundice tanto ni se exponga de forma tan sarcástica —el sarcasmo en Kago es mucho más jodido que su casquería—, se presenta la sociedad moderna como una fábrica de autómatas, hombres y mujeres iguales entre sí, alienados, atontados por la tecnología, y total y absolutamente faltos de la empatía más básica.

Esa idea alcanza su formulación más pura en dos historias que son, además, de las más interesantes a nivel gráfico: «IQ-008» y «IQ-019». En ambas un personaje acaba sistemáticamente con la vida de otros, sin motivos, sin argumento: en la primera es un hombre a la carrera, con una espada, quien va cortando la cabeza en serie de una buena cantidad de personas, que incluso aparecen en una especie de carretilla o cinta transportadora sin fin; sus cabezas son amontonadas —sin que sus caras dejen de sonreír— adquiriendo una cualidad anónima, de masa. En la segunda, todavía más osada, se dispara una bala que va atravesando las frentes de una infinididad de personas colocadas en fila india. Algunas de ellas intentan esquivar la bala, pero siempre ocurre algo que provoca que acaben muertas, casi como si la historia estuviera gobernada por algún tipo de determinismo social. La cosa se desboca y alcanza cotas planetarias: la inercia de la bala no se detiene nunca y acaba dando la vuelta al mundo, para matar al que la disparó —por la boca, por cierto.

respuesta de una inteligencia absurda int

«IQ-014» profundiza en el más puro sinsentido casi dadaísta, al sugerir juegos de palabras ilustrados. Imposible juzgar del todo los resultados, porque es el típico ejemplo en el que sabes que la traducción ha dejado por el camino matices y sonoridades esenciales, aunque sea un buen trabajo, como se intuye en este caso. La historia que cierra el tomo es una de las que tiene una narrativa más convencional, y otra de mis favoritas: «IQ-023» cuenta qué pasaría si se descubriera que ser amable y ayudar a los necesitados provoca cáncer, no sólo en uno mismo, sino en los demás. El descubrimiento provoca una inversión de valores loquísima, que refleja de un modo sutil la falta de solidaridad, sin moralizar ni dar sermones. Moami, una abnegada chica que se niega a dejar de ayudar, se convierte por ello en la villana de la historia.

Respuesta de una inteligencia absurda se disfruta como libro humorístico, pero también como reflexión sociológica, aunque no sea su principal objetivo. No turba como otros mangakas, no revuelve las tripas —ni el cerebro—, pero tiene un universo simbólico y gráfico perverso, más de lo que parece, y cosas que contar. Espero que sea el primero de muchos libros suyos traducidos al castellano.