El momento de Aurora West/La caída de la casa West (Pope, Petty & Rubín)

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El momento de Aurora West (Pope, Petty & Rubín). DeBolsillo, 2014. Rústica. 15 x 21 cm. 160 pág. B/N. 8,95 €

La apuesta de Paul Pope por un cómic para jóvenes que se alejara de las inercias endogámicas del mainstream se plasma en Battling Boy, pero se apoya en una serie complementaria con la que, al final, acabará formando una historia completa: Aurora West.

Concebida en blanco y negro —lo cual la acerca aún más al referente del manga que Pope maneja en su apuesta—, Aurora West consta por el momento de dos libros que forman una historia más o menos cerrada que sucede antes de que den comienzo los acontecimientos narrados en el primer volumen de Battling Boy, y está guionizada por el creador de todo el entramado, con la ayuda de JT Petty y el dibujo de David Rubín.

Ahora que ha concluido este primer arco, puedo valorar con cierta perspectiva el resultado final, que tiene mucho de historia de origen, de primera aventura con la que el personaje quede listo para afrontar batallas más decisivas en la serie principal. Pero la arrolladora personalidad gráfica de Rubín pronto deja claro que no está hecha para series secundarias, incluso en una obra que en principio es de encargo. Creo que su dibujo lucirá siempre más con color y en un formato que le permita mayor margen de experimentación con la página, pero a cambio profundiza, aprovechando la presencia de monstruos y el destinatario juvenil, en su vertiente más caricaturesca —que también podemos ver en un trabajo reciente muy interesante, su adaptación de El retablo de las maravillas—, y en el segundo volumen ya está plenamente hecho al pequeño formato de libro de bolsillo de Aurora West y le saca partido en espectaculares escenas de acción.

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Decía antes que la historia narraba un origen canónico, pero en realidad éste es el punto de partida del primer libro, el más clásico y menos sorprendente. Aurora es la hija de Haggard West, el único héroe de la ciudad, un aventurero pulp arquetípico que entrenando su cuerpo al límite y exprimiendo su intelecto para generar gadgets se enfrenta en soledad a la legión de monstruos robaniños que asola la urbe —sin demasiados psicoanálisis: los monstruos son malos, sin más—. Aurora ha sido entrenada desde niña para seguir la senda de su padre, pero éste es, poco sorprendentemente, un padre controlador y receloso, que protege a su hija y se resiste a que ésta vuele libre. Por supuesto, Aurora tiene su propia agenda y poco a poco va saliendo del manto protector de su padre, a través de su propio caso: la captura del asesino de su madre, muerta años atrás. El traumático acontecimiento aún marca el carácter y la carrera de Haggard.

Aurora atraviesa un clásico rito de paso y se hace adulta al descubrir la verdad tras la muerte de su madre y aprender, a las bravas, que el mundo no es blanco y negro y que madurar implica tomar decisiones difíciles… y vivir con ello. Pero lo que me ha resultado más interesante, más allá de una historia ya contada muchas veces —pero, por supuesto, que es necesario actualizar para una nueva generación que tiene derecho a sus propios mitos—, es la construcción del personaje de Aurora West. Una adolescente creíble, que no está hipersexualizada para solaz de (in)maduros lectores masculinos ni cae en el estereotipo de la rebelde sin causa: al fin y al cabo ha entrenado toda su vida, controla su cuerpo y su mente y sabe lo que se juega una cuando se lanza a perseguir monstruos. Su rápida evolución es en el fondo un proceso de toma de conciencia y empoderamiento que la lleva a asumir conscientemente, a través de una elección llena de significado, un papel que nadie le había preguntado antes si quería asumir. En el segundo libro, La caída de la casa West, Aurora se revela como el verdadero sostén de la familia, la verdadera heroína. Su padre es, en el fondo, vulnerable, y ella es la que tiene que asumir el rol protector, sin que él lo sepa. «A mí nunca tendrá que mentirme, ¿de acuerdo? / Yo querría saberlo. / Podría soportarlo.», le dice Aurora a su cuidadora y amiga de la familia, la señorita Grately. «Creo que podrías», le responde ésta; y así es como sabemos que Aurora está lista para ser la protagonista de su propia historia. Saber que ella será la protectora de la ciudad cuando Chico Batallador llegue a la misma, tras la muerte de Haggard, es fundamental para no caer en el tópico de la gran mujer detrás del gran hombre. Cuestiones menores como la relación de Aurora con su amigo Hoke, enamoradillo de ella, añaden deliciosos matices al personaje.

Me parece importante que se ofrezca un rol femenino tan positivo y fresco a unas lectoras que no lo tienen demasiado fácil para encontrarlos en el cómic de las grandes edioriales, salvo excepciones. Aurora West es una estupendo espejo en el que podrán mirarse, y la serie es un entretenimiento estupendo incluso para los que duplicamos la edad de Aurora, con humor, aventura y drama en sus justas proporciones. No hay que inventar la pólvora en cada nueva historia, pero sí es necesario aportar puntos de vista nuevos, y Pope, Petty y Rubín lo saben.