El hombre que fue Jueves (G. K. Chesterton y Marta Gómez-Pintado)

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El hombre que fue Jueves (G. K. Chesterton y Marta Gómez-Pintado) Nórdica Cómic, 2015. Cartoné, 17 x 22 cm. Color, 22,50€

Londres siempre ha sido la ciudad adecuada para casi todo tipo de relatos, sin caer en el tópico de lo cosmopolita que a día de hoy se aplica a casi todas las ciudades (aunque no lo sean), la capital británica es capaz de albergar historias que la reimaginan continuamente. Si a eso le sumamos el cambio de siglo (del XIX al XX), nos encontramos con un caldo de cultivo en el cual se pueden mezclar las viejas y nuevas ideas, los viejos y los nuevos estereotipos. Podríamos aplicar la idea de heteroglosia, de cariz sociolingüístico, enunciado por Bajtin para hablar de la concepción de la ciudad por parte de cada uno de los ciudadanos que la habitan y sobre todo de cada uno de los creadores que la reescriben, cada uno toma la ciudad y la hace suya, creando contextos y formas de describirla.

En El hombre que fue Jueves Chesterton rehace la ciudad a su gusto, a través de los personajes, que es como se debe hacer, se ríe de todos y cada uno de ellos, los mismos que él mismo pone en escena. La ciudad está cambiando y la orientación política de la burguesía también, porque tristemente este trabajo de Chesterton habla de cómo es esta la que toma las riendas tanto para defender a ultranza los valores que la sustentan como aquellos con los que se quiere destruir esta. Se plantea una historia a partir de dos parámetros orden y caos. En el primer grupo está la policía, y las “personas de bien” y en el segundo bloque están los anarquistas. Pero la idea de Chesterton va más allá de la mofa hacia ambos grupos deambulando a la dualidad política del ser humano (añadamos lo de civilizado por si acaso).

La historia es la siguiente: el poeta Gabriel Syme, amante del orden, es reclutado por Scotland Yard para combatir el anarquismo que parece que siempre está a punto de asolar la ciudad. La cuestión es que las acciones que estos quieren desarrollar nunca llegan a cristalizar debido a su inoperancia. Los excesivos planes que nunca se llevan a cabo son solo castillos en el aire. Syme es reclutado por una asamblea anarquista para formar parte de la cúpula dirigente, la que tiene que planificar esos sangrientos atentados que nunca llegan a cometerse. Pero poco a poco el poeta irá descubriendo que todos y cada uno de los integrantes de la mesa directiva son miembros de la policía, y que se han estado persiguiendo unos a otros.

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Pero el centro de la narración gravita solo en parte en la trama, va un poco más allá más que la pura crítica social, la resignación burguesa a saberse corrupta y no hacer nada por arreglarlo, sino de ocupar el espacio que le pertenece a otros para revolucionarse. Al final del relato la toma de consciencia es real; asumen que gran parte de la clase obrera no es anarquista, ni siquiera revolucionaria, que son estos los que aspiran a un gobierno decente. De manera que entre todo tipo de persecuciones y tramas desveladas de lo único que se habla es de un sistema perverso condenado a no evolucionar, o simplemente transformarse lo justo para mantener la esencia de las desigualdades.

El trabajo de Marta Gómez-Pintado es ágil manteniendo una línea muy fina para una obra que tiene muchos giros cómicos pero que a la vez a de “mantener las formas” de los personajes hacerlos visualmente fieles a la esencia de lo descrito por Chesterton. Todos estos burgueses deben pasar por tales, pero también por bufones cortesanos. El suspense se mantiene en parte por la descripción de espacios que se convierten en vitales en el desarrollo del relato y también en las escenas de acción.

El hombre que fue jueves es una historia muy divertida y con muy mala leche, que nos habla de un momento que parece distante pero que en realidad se podría extrapolar a nuestro presente político y social. En este caso el libro del que hablamos es una divertida relectura manteniendo las pautas del relato original pero manteniendo conexiones con nuestro día a día.