Sr. Esperanza (Tommi Musturi)

sr. esperanza portada

Sr. Esperanza (Tommi Musturi). Aristas Martínez, 2015. Cartoné con sobrecubiertas. 17 x 22,5 cm. 230 págs. Color. 25 €

Una de las características más interesantes de la novela gráfica es la internacionalización del fenómeno, de manera que han comenzado a aparecer autores y autoras de cómic adulto en países que nunca tuvieron ni tradición ni industria de tebeos. Si hace tan sólo diez años, puede que menos, nos hubieran dicho que una modesta editorial extremeña como Aristas Martínez iba a publicar la obra del finés Tommi Musturi, sencillamente no nos lo hubiéramos podido creer.

Pero el panorama actual, que tanto tiene de negativo, tiene aún estas cosas felices. Musturi es uno de los autores europeos que más me ha sorprendido últimamente, aunque gracias a otra obra: Walking with Samuel, una obra muda que me recordó en algunas cosas a Aventuras de un oficinista japonésde José Domingo, y que como ésta era una aventura loca y llena de color. Sr. Esperanza, su nuevo cómic, también está lleno de color, pero es muy diferente a la anterior.

En Sr. Esperanza se nos muestra la vida tranquila y retirada de una pareja de ancianos en el campo —suponemos que finés—. En plena naturaleza aflora ese espíritu reflexivo que tal vez tópicamente suponemos a los nórdicos, como si el frío y la oscuridad no dejara otra opción que mirar hacia uno mismo. Musturi captura precisamente eso: el paso del tiempo cuando el tiempo no pasa, cuando cada día es igual al anterior y solamente las estaciones del año marcan alguna diferencia. El protagonista recuerda su pasado como un personaje de Seth y se relaciona con su esposa —una presencia casi fantasmal durante buena parte del relato— en la forma en la que lo hacían los protagonistas de Cuando el viento sopla de Raymond Briggs, pero hay algo por encima de ello profundamente personal en el tono del cómic. El manejo del silencio, combinado con la repetición de planos y el ritmo de la acción, le da a la historia un aire extraño, casi onírico. De hecho, los sueños tienen su importancia aquí, al igual que la ficción. Durante todo un capítulo, por ejemplo, la acción se traslada al far west, sin que medie explicación alguna, por supuesto.

En la íntima relación con la naturaleza del anciano y su modo de reflexionar en voz alta sobre su propia vida, con una extraña poesía que el propio Musturi pincha con humor para evitar la cursilería, encontramos las claves de Sr. Esperanza. Es desesperadamente humano. Por eso cala tanto en los lectores; es imposible, a poco que uno se haya planteado alguna vez ciertas preguntas, no sentirse identificado con este anciano al que la vida no ha tratado mal pero tampoco bien. Es un hombre mediocre al que sólo da color su excéntrica imaginación y la candidez con la que es capaz de construir una cometa o sostener en sus dedos una mariquita. Es uno de nosotros, es el momento en la vida en la que la sombra de la muerte se ve ya cercana y el pasado, evaluado con los ojos del presente, parece insuficiente.

sr. esperanza interior

«Y la soledad… / Es una amiga peligrosa, una musa y una asesina. / A veces desearía no haberla conocido tan bien. / Por otro lado, sin su constante amenaza, no sabría estar agradecido de lo que tengo. / Por eso es bueno estar solo de vez en cuando». Esa contradicción pienso que define muy bien al personaje y por extensión el espíritu de este cómic cuya gran virtud es crear una atmósfera única, tan íntima como universal, que combina una sencilla introspección con la grandiosidad de la naturaleza, que Musturi dibuja de manera naturalista, aunque simplifique las formas y la despoje de detalles, o precisamente por eso. La maravillosa paleta de colores —tan impresionante como en Walking with Samuel—, como sucede en otros autores que usan colores planos sin pretensiones realistas —Daniel Clowes o Chris Ware, por ejemplo— refuerza más aún el calado psicológico de sus páginas, tanto en los pasajes que suceden en la realidad como en los sueños —¿o tal vez delirios?— del protagonista.

Pocos cómics consiguen dejarme al mismo tiempo una sonrisa y un gusto amargo en la boca. Es un equilibrio complicado, pero en el que reside el secreto para huir del melodrama y alcanzar lo profundo sin ponerse pedante. Sr. Esperanza lo consigue sin trucos efectistas ni grandes discursos, sólo con el talento de Musturi expuesto sin filtros. Que el cómic es un vehículo perfecto para la introspección lo sabemos desde Peanuts, quizá por la intimidad que rodea al acto mismo de dibujar. El desafío ahora es afrontar ese camino con formas nuevas, aportar algo novedoso sin perder la relación estrecha entre lector y autor que el dibujo sencillo otorga. Musturi lo ha conseguido, sin duda alguna.