Gus 1. Nathalie (Christophe Blain)

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Gus 1. Nathalie (Christophe Blain). Norma Editorial, 2007. Cartoné. 80 págs. Color. 16 €


Que los Caballeros las prefieren rubias quedó claro tiempo ha. De lo que no teníamos constancia era de las preferencias de los vaqueros del salvaje oeste estadounidense y ha querido Christophe Blain venir a desvelar la duda en este Gus 1. Nathalie: la solución es que los vaqueros las quieren a todas, sin discriminación alguna por tamaño, color del pelo, creencias y posición social… lo de la edad queda en suspenso, aparte (ya saben, nobody is perfect).

Se ve que en Francia también ponían películas del Oeste las tardes de los sábados, porque esta nueva historia de Blain bebe directamente de los westerns clásicos, pero tamizada por lo que parece inquietarle e interesarle a su autor. Si en Isaac el pirata ya nos dejaba claro su gusto por la aventura, los amigos inseparables y los asuntos amorosos -con un ligero toque de vodevil, de puertas que parecen abrirse y cerrarse según convenga a la trama y siempre sin peder de vista el toque reflexivo con mucho humor- en Gus se da un giro más de tuerca y se convierte en el centro alrededor de lo que todo se manifiesta, mezclándose sin fin y superponiéndose continuamente. No sabemos si el Oeste es la excusa (como antes lo fue la llamada del mar) para dar rienda suelta a personajes de marcado carácter masculino, sin medias tintas, o para enmarcar las aventuras del trío de amigos, para hablar de las relaciones entre hombres y mujeres, el sexo, la pasión, el enamoramiento, las idas y venidas y el amor con mayúsculas, ese que nos gusta tener y al que añoramos y volvemos como al verdadero hogar. No lo sabemos ni leídas las primeras páginas queremos, en realidad, saberlo. Tan sólo queremos dejarnos llevar por el narigudo Gus, el rubio Grat y el pelirrojo Clem hasta el punto al que quieran llevarnos, sin sufrir los rigores del viaje, que para eso ya están ellos. Nosotros, en nuestra cómoda lectura, nos dejamos apasionar por sus peligrosas correrías al límite y fuera de la ley y por sus hazañas dentro del cortejo amoroso.

Es este Gus, editado por Norma con la calidad que acostumbra la casa, un compendio de historias cortas, en las que nos van presentando a todos y cada uno de los personajes que conforman este particular universo, en el que tienen cabida caracteres satélites varios y variados, que resaltan los puntos fuertes y débiles de los principales, como planetas en torno a los que girar, y éstos, a su vez, no tienen más remedio que hacerlo alrededor de Gus, el sol motor central y unificador del que todo parte y al que todo acaba por rondar. Cada cual, no obstante, tiene sus particularidades y situaciones especiales de lucimiento y protagonismo, pues son –como no podría ser de otra manera- amigos y compañeros leales y generosos, excepto, tal vez, cuando una bella mujer aparece en su firmamento. Todas estas historias conforman un bloque, un círculo, que al ser leídas individualmente no hacen sino reforzar la idea de conjunto, de principio y fin, con Nathalie como epicentro.

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Y así empieza este Gus, con Nathalie, principio y fin del enamoramiento


Estas pequeñas historias se unen a través de un dibujo en el que vemos a un Blain que se despacha a gusto, que se encuentra cómodo. Y eso se nota en el trazo que parece resuelto al primer golpe, como si fluyera, sin nada que pudiera oponérsele , dándonos la sensación que eso ha de ser así y de ninguna otra manera posible. Si se tratase de un jugador de baloncesto, hablaríamos de tener la mano tonta: ésa es la comparación más acertada que se me ocurre. Así, durante todo el volumen se encuentra que, el ya característico estilo del autor, está alcanzando un gran nivel. También parece seguro que detrás de esta aparente soltura, del dinamismo que lo impregna todo, hay un arduo trabajo de planificación, un estudio de puesta en escena, pero, en realidad y como lectora, esto no es lo que me interesa, hoy no. Me gusta perderme en los detalles que tienen los tres compañeros al andar juntos y cómo cambian su lenguaje corporal – y casi el físico- al acercarse a las mujeres, cómo cuchichean entre dos en ausencia del tercero o cuando se saben a salvo de miradas indiscretas, huyendo de las poses ensayadas.

Otro apartado merece el uso del color, a cargo de Walter, que ya conoce el modo de trabajar de Blain. Desde la portada, vemos que no van a ser colores sutiles ni se van a andar por las ramas: no podía ser. En un trama donde todo es lo que perece ser (y aún más) los naranjas tienen que ser naranjas, no hay vuelta a atrás… O sí. Hay más, una segunda lectura y un trasfondo reflexivo bajo esa primera imagen de espontaneidad. Se matizan esos fondos salvajes, como el Oeste, con las sombras del entintado, que hace destacar o sumir en penumbras dependiendo a quién o qué. Así nos encontramos todos los colores de la paleta, alternando cálidos –bien suaves, bien explosivos- casi siempre en interiores; azules sin contemplaciones para el cielo del desierto, con el punto de color de rocas, caballos y jinetes.

Si han conseguido llegar hasta este punto, no habrá lector que no sepa lo mucho que me ha gustado Gus 1: Natalie y para ¿quién? no lo haya degustado aún, permítanme que se lo recomende. Puede que los diamantes sean los mejores amigos de una chica, pero mientras llegan, háganse con sus propios medios con esta pequeña joya.

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Excelente, tebeos como este hacen grande el cómic


Mar