Alabaster (Osamu Tezuka)

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Alabaster (Osamu Tezuka). Astiberri, 2014. Rústica con solapas. 17 x 24 cm. 488 págs. B/N. 26 €

Osamu Tezuka no fue el primero en llegar al cómic para adultos, pero quizá si fue el que lo hizo llegar más lejos en su época. Cuando escribí aquí mismo sobre La canción de Apolo dije que estaríamos diez o veinte años editando obras suyas en España, y curiosamente no hemos tenido que esperar mucho para ver la siguiente: Alabaster, publicada por Astiberri, que es la editorial que se atrevió el año pasado con El libro de los insectos humanos y reabrió la puerta de las obras adultas autoconclusivas del maestro Tezuka.

Alabaster se publicó en 1970, en la misma época que La canción de Apolo y El libro de los insectos humanos, y sin embargo todavía encontramos, supongo que por decisión propia, a un Tezuka relativamente tosco —comparado con lo que hizo en El libro de los insectos humanos—, a medio camino entre la estética infantil, especialmente en lo que respecta al diseño de muchos secundarios grotescos, y la que empleará a en sus obras tardías, limadas de algunos atavismos de su primera época, aunque siga siendo él mismo, por supuesto. Hay menos experimentación con el montaje que en El libro de los insectos humanos, además, con diseños de página más convencionales, aunque Tezuka consiga páginas magníficas casi sin querer. Hay soluciones magistrales constantemente, como por ejemplo la manera en que muestra el movimiento de manera estática, con planos aéreos, en la página 222, o la manera tan sutil en la que narra una violación a través del silencio y la elipsis en la página 266. Por no hablar de salidas de tono chocantes y metalingüísticas: ese personaje que le dice a otro que tiene «cara de manga».

Como en la mayor parte de mangas de Tezuka de la época, Alabaster pretende ser un gran teatro del mundo en el que se expongan las miserias del ser humano y sus grandes pasiones, que pueden hundirnos o redimirnos, tanto a nivel individual como colectivo. No hay personajes inequívocamente buenos en estas historias, sino personas que llevadas por sus pasiones son capaces de cualquier cosa. Pero tal vez sea Alabaster el único que presenta a un personaje claramente villanesco. Un supervillano, de hecho, con su arma especial, sus habilidades especiales, su traje de supervillano, sus recursos económicos ilimitados para el mal y su hueste de seguidores. El ansia de venganza y sus métodos son tan exagerados que sobrepasan nuestra capacidad de empatía hacia la tragedia personal que dio origen a su figura. Alabaster está loco, y lo reconoce en una frase brillante: «Claro que estoy loco. Por eso no tengo ninguna moral» (pág. 335). Ami, la joven afectada de la misma condición que Alabaster pero llevada al extremo, pues ella es totalmente invisible, también acaba perdiendo la razón y la moral por el camino. El agente del FBI que de una manera un tanto extraña acaba ocupándose del caso Alabaster en suelo japonés es un cabrón con pintas. El único personaje central un poco positivo es el líder de los sicarios de Alabaster, el macarra Gen, pero también tiene lo suyo. El hermanastro de Ami es lo más parecido a un héroe en esta historia, pero su peso en la trama es muy menor hasta la parte final.

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En este escenario tan sombrío las acciones terroristas de Alabaster alrededor del mundo sembrando el caos y destruyendo la belleza son una catarsis que puede verse, quizás, como una denuncia acerca de un mundo que ha perdido el norte y en el que lo único que importa es superficial y transitorio. Es cierto que lo radical y extremo de Alabaster y su plan limita la potencia alegórica de Alabaster, pero el que conozca en profundidad la obra de Tezuka y su sincero humanismo sabrá que su pesimismo nunca es absoluto. Lo cual no impide que esta obra sombría y con momentos realmente escalofriantes no se convierta, por su singularidad, en una de las obras más destacables de las que hasta ahora se han publicado en castellano de Osamu Tezuka.