Entrevista con Aleix Saló

Hace unas semanas entrevistamos a Aleix Saló con motivo de la publicación de Hijos de los ochenta. La generación burbuja, su primer cómic de larga extensión, publicado originalmente en 2009 en catalán. De ese cómic y de muchos otros tema conversamos durante un buen rato, y aquí tenéis el resultado.

Aunque salga ahora publicado en castellano, Hijos de los ochenta es en realidad tu primer trabajo largo. ¿Qué supone como autor volver a un libro que tiene cinco años?

A raíz de la propuesta de mi editorial hice una relectura del libro y me pareció que estaba plenamente vigente, y las opiniones de mis amigos, mi familia y la propia editorial me hacían pensar que podía funcionar hoy igual que en 2009. Por otra parte quería hacer justicia. Fue mi primer libro, salió con una tirada muy humilde y sólo en catalán y es como si no existiera, por estar descatalogado. Quería que estuviera junto al resto de mis libros, accesible en todas las tiendas y a un buen precio; siempre me siento muy orgulloso de pelear ese aspecto. Vale menos de nueve euros. También me di cuenta de que era el colofón perfecto para cerrar etapa, tras cuatro libros que no han pretendido ser una tetralogía pero que vistos ahora, con distancia, sí que siguen un hilo conductor involuntario: empiezo con una autocrítica generacional y a medida que avanzo la crítica se va dirigiendo cada vez más arriba. Describe una curva interesante. También hay una línea geográfica: este libro se hace en un contexto catalán, aunque sea extrapolable a toda España, Españistán se identifica directamente con España y acabé con Europesadilla, que apunta a Europa. Creo que ahora necesito continuar informándome sin pensar que ello va a acabar en un libro. Necesito que me surjan ideas nuevas, me da miedo repetirme y cansar a la gente. A veces es bueno que el lector te eche un poco de menos. Es cuestión de timing, hay un momento para cada cosa. Y ahora que cada vez me informo más y me siento por ello más verde puede ser el momento de parar un poco.

¿Puede ser que pese el hecho de estar siempre pendiente de que cualquier cosa que tú absorbas de la actualidad la tienes que poner en un libro?

Sí, lo has descrito muy bien. Es un poco esclavo, no llegas a disfrutar de lo que estás leyendo. Yo disfruto muchísimo cogiendo un ensayo sobre la Guerra Fría antes de ir a dormir. Soy así de friqui (risas), y lo haría aunque no me dedicara a esto. Pero al pensar que estás preparando un libro ya vas tomando apuntes, imaginándote cómo vas a trabajarlo… En ese sentido será un cambio sano para mi cabeza (risas).

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Creo que el estilo de este cómic es totalmente reconocible para cualquiera que haya leído tus otros libros, pero sí se ve menos denso, es un humor gráfico más ligero, con menos textos… ¿Crees que puede sorprender eso?

Puede sorprender sobre todo a quien no sepa que este libro es el primero. Porque mis libros tienen cada vez más texto y tocan temas más complejos, cada vez intento hilar más fino. En ese sentido Hijos de los ochenta puede ser una ruptura. Pero tampoco me preocupa, a veces es bueno sorprender al lector, y al que me conozca le gustará ver cuál fue el origen de todo. Y las cosas que apunta este cómic acaban apareciendo en el resto de libros, porque tanto Simiocracia como Europesadilla son muy deudores de él. Españistán es la rareza: es una historia de ficción. Pero rápidamente me di cuenta de que me sentía más cómodo y era mejor con una estructura discursiva.

Para mí Simiocracia y Europesadilla son ensayos.

Sí, mucha gente me lo dice, que más que cómics son ensayos ilustrados.

Bueno, son ensayos en cómic.

Sí, es raro… No me preocupa especialmente la etiqueta que se les ponga. Cuento las cosas como creo que deben ser contadas. Luego entiendo que los que saben más de cómic que yo busquen dónde encajarlo.

A mí tampoco me preocupa; creo que tus libros son cómics porque utilizan el lenguaje del cómic, da igual que no tengan viñetas. No es algo importante, lo importante es que funcione, ¿no?

Sí, pero en mi caso, hay un proceso de prueba y error. Yo empecé con unos referentes muy claros, sobre todo, siempre lo digo, Juanjo Sáez y El arte, que a mí me cambió profesionalmente, porque me di cuenta de que con un dibujo muy naif, con cuatro líneas, podía llegar a ser absolutamente contundente. Yo absorbí mucho de esa escuela, que viene de más antiguo, porque Mariscal se podría inscribir en esta línea. Pero partiendo de ahí he ido a otros terrenos. Incluso he llegado a plantearme qué ocurriría si hiciera un libro sólo con texto… Y me doy cuenta de que no sería lo mismo, que me faltaría algo, que el dibujo es un apoyo importante. Es un elemento de distensión. A veces la materia es tan dura e indigesta que el dibujo tiene que estar ahí, y tiene que salir un monigote haciendo el gamberro.

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Un ejemplo del trabajo de Juanjo Sáez.

Claro, el chiste ayuda a que el lector pare un poquito y luego siga. Entrando en el contenido del libro, en sus temas, empiezas con una descripción de la generación de los que nacimos en los ochenta y ahí aparecen cosas muy interesantes, como por ejemplo la idea de que es una generación cocinada en la transición.

Yo con esta visión no pretendo echar la culpa al resto de generaciones, pero me da la sensación de que el proceso de construcción del estado, en un sentido europeo, un estado que intenta definir su identidad, su cultura oficial, afecta a esta generación. Aunque en cierta manera todas las generaciones son moldeadas. Pero la idea de la que se partía con las sucesivas reformas educativas era un intento de infundir nuevos aires a la educación, con los profesores má cercanos, huir de los vicios del modelo antiguo, de la excesiva autoridad… Y se pasó al extremo contrario. Yo hago las coñas con los créditos de libre configuración de bailes de salón o de cocinar madalenas (risas). Se pretendía, además, que la escuela fuera el único garante de la educación de los jóvenes, y quizá se olvidó algo que se consideraba  muy casposo: el papel de la familia. Nos guste o no, seas de izquierdas o no, acaba teniendo un papel determinante en el futuro. Yo hago la metáfora con el Ferrari: tenemos democracia, tenemos presupuesto… ahora vamos a preparar a la mejor generación para que nos lidere. Pero luego resulta que este Ferrari preparadísimo para correr en una autopista cuando sale del garaje se encuentra un camino de cabras. Tener prestaciones no quiere decir estar preparado.

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Detalle de Hijos de los ochenta.

Yo, tras la transición, lo que observo es un intento de construir una juventud sin ideología, despolitizada. Después de todas las protestas de la transición, una vez que llega el PSOE al poder, se va viendo muy claramente cómo se va desmovilizando a la sociedad por la vía, sobre todo, del consumismo, y esto me lleva a tu libro: hablas del materialismo y del consumismo y lo vinculas con la nostalgia.

Yo creo que hay una desmovilización más que una despolitización. Y aquí apunto a Margaret Thatcher y al liberalismo de los ochenta, que fue el que introdujo la idea del individualismo moderno y la contraposición de libertad frente a seguridad. Esa figura del individuo creo que es la que desmoviliza a los colectivos, mucho más que el consumismo. Esa gente no deja de estar politizada, pero se desmoviliza, deja de estar organizada.

Sobre la nostalgia, yo comparé esta generación con las anteriores. Y veía que aunque nuestros padres no lo habían tenido fácil, sus vidas en general tienen unas líneas ascendentes. Van de menos a más. La generación de nuestros padres no suelen hablar de su infancia. No la ven como una Arcadia feliz. Seguramente disfrutaron mucho más de la adolescencia y de la juventud, de ese momento de irrumpir en el mundo, en un momento de expansión en el país. Eso hace que tus planes de vida sean muy concretos. En el caso de nuestra generación es todo lo contrario. Somos la primera generación en la que incluso los hijos de la clase obrera pueden vivir de forma acomodada.

E incluso ir a la universidad de forma generalizada, que era algo impensable antes.

Exacto. De esta manera damos por sentado que el manual de instrucciones de nuestros padres nos serviría a nosotros, que nuestras vidas también seguirían una línea ascendente. Pero no fue así. Y el trauma para mí no está tanto en el hecho de vivir en precariedad; está en las expectativas rotas, está en pasarlo mal cuando pensábamos que todo sería la releche.

Nos sentimos estafados.

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Imagen del vídeo de Españistán donde se alude a la burbuja inmobiliaria.

Exacto. Y eso genera muchas inseguridades y problemas. El mote de «generación parásita», que se oye con frecuencia, en comparación con la de nuestros padres… Pero es que el país ahora no es el mismo. Hay que reflexionar sobre cómo todo esto nos moldea y nos convierte en una generación muy nostálgica. Con veinte años ya estábamos mirando con nostalgia los juguetes que teníamos de pequeños, las series que veíamos… Teníamos un desinterés absoluto por el futuro. Y esto, curiosamente, liga con la moda hipster que llegó de EE. UU. Volver al vinilo, los filtros vintage de Instagram, el remake de películas de los ochenta, que lo más moderno sea escuchar el rock de los setenta. Es un constante refrito y revival en el que lo más cool ya pasó, no está por venir. No sé cómo serán los nacidos en los noventa, porque ellos no tenían las mismas expectativas y han vivido en crisis desde que tenían diez años. Creo que van más precavidos.

Es verdad que nosotros tenemos otros referentes. Nuestros padres pudieron comprarse una vivienda, tenían empleos estables… Pero eso ha desaparecido completamente y como dices hace que el futuro sea incierto.

Yo creo que nos ha cogido con el paso cambiado. En la época de nuestros padres la fórmula ganadora era hacer planes a largo plazo: hipotecarse, ahorrar, estudiar, meterse en una empresa durante veinte años… Era un contexto de crecimiento sostenido. Pero en el momento en el que hay una burbuja y luego una crisis, resulta que esta fórmula se da la vuelta, y el que está más jodido es el que tiene una hipoteca, o el que tiene ahorros porque no sabe dónde ponerlos, porque puede haber un corralito… Y en cambio el que vivía a corto plazo es el que mejor está ahora: el que está de alquiler, el que le sale un trabajo en París y en quince días puede trasladarse…

El que tiene menos obligaciones contraidas con un banco…

Exacto. El libro de instrucciones que nos dieron no vale para nada y es tarde para reescribirlo.

La frase más extendida respecto a la vivienda en la generación de nuestros padres era que «alquilar es tirar el dinero».

A mí me lo decían mis padres.

Claro, y los míos, pero eso, como dices, ha cambiado.

Claro, ahora los padres son conscientes de que no es igual. Mi padre trabajó cuarenta años en la misma empresa. Y es consciente de que ahora no es posible ni estar cinco años en una.

En la página 70 hay un dibujo con el que creo que defines muy bien nuestra generación, en el que hablas del periodo de las vacas gordas y el de las vacas flacas: el primero, para nosotros, ya era una época precaria. Ya era difícil llegar a ser mileurista, se hacían hora extras sin cobrar, los becarios cobraban una miseria…

Es muy interesante esto que apuntas. En el prólogo hablo de que esto no trata de una época de bonanza que desemboca en una crisis; para nuestra generación fue ir de Guatemala a Guatepeor. La burbuja ya era un tapón en el mundo laboral, era dificílismo acceder a la vivienda… Lo absurdo es que ahora haya gente que reivindique volver a eso, que estaría encantada de tener una nueva burbuja. Y ahí está el dilema: ¿es posible tener lo mejor de ese modelo sin tener lo peor? Es una de las reflexiones que creo que tendría que hacer la izquierda, que a veces reivindica lo mejor del capitalismo junto a lo mejor del comunismo… ¿Puede ser eso?

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Fragmento de la página mencionada.

En Europesadilla y Simiocracia lo cuentas como si fuera una tragedia griega, vamos hacia la perdición sin remedio. Y explicas muy bien por qué sucede, a pesar de que había gente avisando de ello. Todo parece inevitable.

Creo que eso también está presente en Españistán y es lo que hizo funcionar el vídeo. A pesar de que la gente sabía cómo iba a terminar le gustaba recrearse en ver esa «crónica de una muerte anunciada». Es curioso el placer humano en revivir esas cosas.

Yo creo que hay gente que prefiere la evasión, pero en los últimos dos o tres años veo claramente que está aumentando el interés en la política. Como tú dices, las conversaciones están dejando de ser sobre fútbol y están empezando a ser sobre política y economía.

Sí, yo eso lo ví hace años. Ahora percibo que se ha superado la etapa de la indignación por la indignación y estamos en una nueva en la que hay algo de esperanza, más justificada o menos. Empieza a haber un sector importante que se ha remangado y se ha propuesto cambiar las cosas. Lo vemos en todas las propuestas alternativas de nueva izquierda, e incluso de nueva derecha, y de nuevo centro.

¿Crees entonces que puede que estemos yendo a un cambio en las políticas macroeconómicas de la UE?

No lo sé. Dependerá de la idea que cada uno tenga del cambio. A veces no todo va sujeto al gobierno de cada estado; estamos en un contexto de globalización. La guerra de Ucrania afecta a los intereses de las hipotecas que pagamos aquí, la independencia de Escocia afecta a la cotización del euro… Hay que ser consciente de que no todo es siempre culpa del gobierno. Dicho esto, yo hace mucho tiempo que dejé de ver el futuro con esperanza o desesperanza. Soy analítico y lo miro de forma muy fría. Por ejemplo, la cuestión de la independencia en Cataluña la miro como quien mira una caja con hormigas, esperando qué va a pasar. En cualquier caso pienso que la política española se va a volver más compleja, más rica. No va ser en blanco y negro como hasta ahora. En ese sentido sí soy optimista.

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Una página del libro de Aleix Saló.

En el libro empiezas tratando cuestiones muy generales, con un tono humorístico: sexo, amigos… Pero poco a poco van apareciendo los temas que luego te van a hacer más conocido y vas a tratar más. Sobre todo me refiero a los tres últimos capítulos: sobre el mundo laboral, la vivienda y la revolución. ¿Fue un cambio en tu forma de ver las cosas mientras hacías el libro?

No fue tanto eso como que yo hacía, desde el años 2000 hasta 2012 un mínimo de una viñeta a la semana. Hubo épocas en las que hacía hasta seis a la semana. Estaba en un constante opinar e informarme sobre la actualidad. Y el tema de la burbuja lo estaba tocando cada semana, le hacía un seguimiento a tiempo real. Podría contarte toda la burbuja inmobiliaria con las viñetas de mi archivo digital.

Igual es una buena idea para un futuro libro…

Sí, son cosas en las que piensas como autor. A veces sientes que mirar hacia atrás puede ser traicionarte o traicionar al lector, pero mirándolo con perspectiva y haciendo caso a la editorial, vale la pena hacer un recopilatorio, volver a editar con más dignidad un libro que no esté accesible, porque al fin y al cabo es lo que va a quedar. Yo soy popular por mis vídeos en internet, y la mayoría de gente me conoce por ellos. Pero la sensación que tengo es que todo eso se va a olvidar muy rápido, que internet es un entorno que permite que llegues a mucha gente pero con la misma facilidad esa gente te olvida. Sin embargo el libro tiene una vigencia y una permanencia a largo plazo que lo hace insustituible. Y que yo pueda, dentro de unos años, tener mi colección de libros y que se vea que siguen una línea coherente es esencial. En este caso, por cierto, el libro no tiene vídeo… Tal vez podría haberlo hecho.

Tengo aquí una frase que dijiste en una entrevista de la época de Españistán: «La cultura popular tiene la obligación moral de tratar las cuestiones diarias que afectan más a la gente».

Eso lo dije en un contexto personal y profesional concreto. Yo creo que la cultura popular puede dedicarse a muchas cosas, pero en aquel momento, año 2011, llevábamos tres años de crisis y no había surgido un movimiento cultural que hablara de todo ello. Era como si la gente estuviera harta y sólo quisiera evadirse. Yo en ese momento era el raro que se ponía a hablar de la crisis. Por eso dije aquello. Pero funciona como un péndulo: ahora creo que hemos llegado a un punto en el que de tanto hablar de la crisis me parece bien que haya un Ocho apellidos vascos que distraiga a la gente. No tengo opiniones inamovibles.

Respecto al cómic, en concreto, ¿tú crees que se ha generado cierta conciencia en torno a la crisis? Tenemos las obras de Juanjo Sáez, el libro de Manel Fontdevila del año pasado…

Yo creo que el cómic puede ayudar, puede ser una herramienta de propagación de ideas, pero no creo que sea el detonante por sí solo. Es a la vez causa y efecto.

Te lo decía porque es un medio que tradicionalmente ha sido sobre todo escapismo, con aventuras de fantasía o ciencia ficción… Y ahora parece que van apareciendo obras que hablan más directamente de los problemas de hoy en día. ¿Tú tienes esta sensación?

Los ejemplos que has puesto antes, Sáez y Fontdevila, para mí tienen más relación con la viñeta editorial. Y yo aquí distingo mucho entre la tradición de la viñeta de prensa, que evidentemente siempre va a hablar de actualidad, y la tradición del cómic más puro, que bebe de la ficción, que sí era evasión y rara vez tocaba actualidad.

Ahora tenemos, por ejemplo, los trabajos de Marcos Prior, que hace tiempo que está intentando explicar la realidad.

Si no recuerdo mal a la vez que sacaba yo Españistán sacaba él Fagocitosis, que era una joya de cómic, dibujado por Danide.

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Cubierta de Fagocitosis, el cómic de Prior y Danide.

¿Crees que el lenguaje del cómic tiene algo que lo haga especialmente bueno para tratar estas temáticas?

Sí. Tiene la suerte de usar imágenes además de texto, y estamos en la era de la imagen: no hay nada más directo o contundente. Tienes más armas que un periodista; él tiene una espada y tú tienes espasa y hacha. En mi caso me ha permitido coger una herramienta de nueva creación, el booktrailer. Gracias a que yo uso la imagen pude hacer un vídeo animado. Trasladar una novela queda raro, porque no estás viendo exactamente el libro plasmado en el vídeo. Pero en mi caso el dibujo que ves en el papel está tal cual en el booktrailer moviéndose.

Por último, ¿puedes contarnos algo de tus próximos proyectos?

Creo que continuaré atado al análisis discursivo y a la sátira. No sé en qué formato. Pero sí te puedo asegurar que me va a ocupar mucho tiempo Europa, porque es un tema muy complejo que me motiva mucho. España puede llegar a ser un tema muy agotador. Aunque puedo estudiar a España desde el contexto europeo; así se ve de una forma muy distinta. Con el último libro yo me reconcilié un poco con España, porque te das cuenta de que realmente tampoco somos tan raros, ni tan distintos, ni peores. Cada país tiene sus movidas, y en muchas cosas estamos mejor que el resto.