Orgullo y satisfacción n.º 1 (VVAA)

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Orgullo y satisfacción nº 1 (VVAA). Orgullo y satisfacción SL (2014). Cómic digital (PDF/CBR). Color. 103 págs. 1,5 €

Algo más de dos meses después de la aparición de Orgullo y satisfacción como reacción histórica a los chanchulleos ademocráticos de España entre poder, capital y medios arranca la publicación regular y mensual de una revista digital con el mismo nombre. Sus responsables se han esforzado en mantener vivo el recuerdo de aquel exitazo rotundo a todos los niveles durante los siempre complicados, por apáticos, meses estivales; el reto era estar a la altura, pero también interesar de nuevo a toda esa gente que movida por la solidaridad —y la rabia, por qué no decirlo— apoyó con su dinero la propuesta alternativa.

Pero no estoy aquí para hablar de eso, sino del contenido de Orgullo y satisfacción número 1. Lo primero que quiero decir es que no sólo está a la altura del que ahora llamaremos número 0 sino que algunos autores superan sus colaboraciones en él. Cada número estará dedicado a un tema, y en esta ocasión trata sobre la democracia española —más una sección miscelánea de actualidad, «Últimas Leticias»—. Es un tema amplio que admite muchos puntos de vista y chistes de todo tipo —se puede ser abstracto y criticar el sistema general o se puede ser concreto y ponerle al invento nombres y caras—, de modo que a pesar de que haya veintitrés autores repartiéndose 103 páginas no se pisan los gags ni el lector tiene tiempo de aburrirse. De nuevo lo que sorprende y agrada es la sensación de que todos están dando lo mejor de sí mismos. Cada cual tiene sus preferencias y el humor no entiende muchas veces de razones, pero la entrega es indiscutible. Están a gusto y se nota, como se notó en la presentación que tuvo lugar en Madrid el mismo día en que la revista se ponía a la venta.

No creo que haga falta que diga a estas alturas que siento debilidad por el trabajo de Manel Fontdevila. Lleva un par de años en estado de gracia, convertido en uno de los máximos exponentes del humor gráfico y dotado de una chispa especial para darle siempre una vuelta más a todo y no decirnos simplemente lo que queremos escuchar. En OyS está brillante, ingenioso, con una mala leche que hace, sí, te rías, pero que en medio de la risa te quedes clavado en el sitio, porque las verdades que dice no son agradables. «15 urnas» y «Pero… ¿quién manda de verdad en España?» son sus mejores aportaciones. Monteys es otro que lleva una temporada tocado por la gracia del dibujante que parece capaz de dibujar cualquier cosa y que funcione. Su dominio del gag físico y la frase rápida son grandes bazas, pero aquí se lanza a una elaborada alegoría sobre la democracia «El ecosistema ibérico», soberbio. Y Guillermo, aunque a veces sus chistes no me hacen tanta gracia es un caricaturista supremo, y sus visiones de Mariano Rajoy, Susana Díaz o el exrrey son fantásticas: podría pasarme horas comtemplando la portada. Bernardo Vergara es otro de los destacados, en mi opinión. De él me gusta, sobre todo, que no para de mejorar y de atreverse a cosas nuevas. Y además es el que se encarga en OyF de un running gag fantástico, «El bar del congreso», que alcanza la cumbre del humor cuando se despoja de todo y pega el quiebro final.

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Luis Bustos vuelve a estar entre los mejores. Está desatado desde hace tiempo, en realidad. Él, como Manuel Bartual y Paco Alcázar, es historietista antes que lo que tradicionalmente entendemos por humorista gráfico, y no se ha caracterizado nunca por hacer humor político o ser un autor politizado. Pero que las aportaciones de todos sean tan lúcidas y punzantes demuestra que cuando los tiempos son tan jodidos como éstos no queda otra que posicionarse o verte arrastrado por la corriente de la mayoría silenciosa. «El museo de la democracia» es una locura pop que rebusca en el sótano de los últimos cuarenta años y los expone con un filtro vintage que remite a los cómics de la EC, nada menos. Y funciona no sólo al nivel de homenaje, sino al de crítica política. Paco Alcázar: otro que cuanto más se suelta más alto vuela. «Democracia en casa» es una de sus historietas didácticas, en las que conducidos por un presentador, en este caso el Presidente secreto de la Tierra aplica una democracia tipo al funcionamiento doméstico de cualquier familia: la analogía desnuda sus carencias y pone de manifiesto lo fácilmente que puede pervertirse lo que en en su origen es noble y justo. Y Bartual me ha sorprendido de verdad con una historia imaginativa y diferente a cualquier otra, con una aproximación al tema político totalmente personal.

No quiero olvidarme de destacar las páginas de Morán —con Triz o Ágreda según el caso— y las de Paco Sordo, que me han parecido inspiradísimas, verdaderos ensayos gráficos en ocasiones, informados y documentados.

Hay dos nuevos colaboradores en OyS 1, bastante atípicos. El primero es Alberto González Vázquez, que a mí me conquistó en aquel libro oscuro y perverso que fue Humor cristiano y que en la revista aporta su sello personal negro o absurdo según toque. Me gustan todas sus páginas, pero la historia de las páginas 24 y 25 sin título es un mazazo en la sien. El otro nuevo colaborador es El Mundo Today, con una página de noticias en su línea, fantástica; su formula ya no sorprende pero no se agota nunca, siempre hace gracia.

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Más allá de este repaso —incompleto— por los autores que colaboran, quiero destacar algo que me ha gustado mucho del espíritu de OyS, quizás lo que más. A menudo, el humor gráfico, y más cuando el entorno es hostil, tiende a ser consuelo, a dar palmaditas en el hombro o a señalar a los cabrones que todos señalamos. Y eso es lógico y necesario, pero a mí siempre me ha parecido interesante el humor que no se conforma con eso y nos señala también a nosotros, el que nos dice que, ojo, sí, nos están puteando, pero aquí todos tenemos nuestra parte de culpa, por indolentes, conformistas o cómplices silenciosos. Por ese camino avanzan algunas de las mejores historias de la revista, por ejemplo el fantástico «Inercia vasallática postdictatorial», de Vergara, que explica muy claramente la manera tan particular que tenemos los españoles de protestar, o «Si son los malos y nosotros elegimos, ¿por qué siguen saliendo?» de Morán y Triz.

Otra cuestión que me apetece destacar es la presencia de textos. Seguramente pasarán desapercibidos, pero es injusto, porque son necesarios para profundizar más, porque son buenos y también porque insertan OyS en la tradición de las grandes revistas satíricas españolas, como Hermano Lobo o Por Favor, que siempre tuvieron firmas destacadas de su época. Mis favoritos son la introducción de Javier Pérez Andújar, magníficamente ilustrada por  Alcázar, y el repaso a la historia de la televisión democrática de Pepe Colubi.

Por último, después de destacar las grandes historias que más me han gustado o interesado por diversos motivos, quiero acabar con algunas de las pequeñas píldoras que me han parecido más brillantes, en ocasiones incluso más que las historias largas. Son chistes buenísimos como el de los pactos de la Moncloa de Vergara, el del votante más entusiasta de Paco Sordo o la tira perfecta de Monteys: «A Macario le va el rollo asambleario».

A la gente de Orgullo y satisfacción —vamos a escribir el título entero, que es la última mención— le queda un camino por delante duro pero lleno de ilusión. Yo estoy convencido de que van a asentarse y durar muchos años, y que conseguirán que su propuesta sea sostenible para los autores. Y que además, difícilmente perderán esta garra y frescura, porque incluso cuando remita el cabreo por lo que sucedió con El Jueves, motivos para cogerse otros no faltarán, y el talento que tiene este grupo de dibujantes no se va a esfumar. Son algunos de los mejores del país, sin más.