La mujer rebelde. La historia de Margaret Sanger (Peter Bagge)

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La mujer rebelde. La historia de Margaret Sanger (Peter Bagge). La Cúpula. 2014. Rústica. 17 x 22,5 cm. 108 págs. Color. 16,90€

Peter Bagge pasará a la historia del cómic por Odio y por las historias de Buddy Bradley, seguramente. Y eso que Bagge lleva en esto el tiempo suficiente como para haber dirigido la Weirdo que fundó Robert Crumb y además aún le queda cuerda para rato. La mujer rebelde. La historia de Margaret Sanger es su cómic más reciente y demuestra que Bagge sigue siendo Bagge, aunque sea un Bagge más sobrio, más maduro que el que deslumbró en los noventa, cosa por otro lado lógica y saludable.

Pero si bien esa madurez se aprecia en la elección del tema y en su tratamiento, por otro lado Bagge se ofrece en toda su pureza. Gráficamente es el autor caricaturesco y libre de siempre, con su estilo inimitable con el que siempre ha sido el verso libre del cómic independiente americano. Bagge encontró muy pronto dónde se sentía cómodo y se ha movido muy poco desde entonces, al contrario que otros independientes como Daniel Clowes o Charles Burns que han experimentado una evolución mucho más notable. No es algo que parezca importar a Bagge, que va más a su aire que nunca, al margen del devenir del medio… o no tanto, porque tras mucho tiempo desarrollando mayoritariamente miniseries o series abiertas de comic-books, este último trabajo ha sido editado como una novela gráfica, y en el seno de Drawn & Quarterly.

Estar contando una biografía no varía en absoluto el registro gráfico de Bagge. De hecho La mujer rebelde es un festín de recursos puros de tebeo, algo que siempre ha caracterizado su trabajo. No ya sólo por esa caricatura tan viva y tan expresiva, con sus brazos curvos y sus ojos saltones, sino por otros detalles: las líneas discontinuas que denotan miradas fijas, las nubecitas de polvo cuando un personaje corre o salta, las caídas de espaldas con los pies hacia arriba cuando se sorprenden… Aplicar todo eso a un tema serio crea un contraste maravilloso. Con un dibujo más realista esto habría sido infinitamente más aburrido, o directamente intragable. Tan importante como esto resulta el uso que hace de un elemento prácticamente extinto en el cómic americano más comercial: el globo de pensamiento, que sirve para introducir opiniones manifestadas a posteriori por Sanger sobre algunos sucesos de su vida.

Cuando digo esto no estoy diciendo que a esta historia la salve el dibujo, sino que el dibujo es historia. Que la manera en que un autor elige dibujar algo es parte inseparable de ese algo. Cuando Peter Bagge dibuja la vida de Sanger con su estilo de siempre, la está haciendo suya y está dibujando ante todo una historia de Peter Bagge. Si el tono de una historia nunca puede ser neutro y objetivo del todo, aquí Bagge se aleja de ello deliberadamente.

La elección de Margaret Sanger para realizar este cómic la argumenta el propio Bagge en un texto. Leyéndolo he recordado una página en la que abordaba la figura de Ayn Rand, no porque Sanger y Rand tengan mucho en común, sino porque el motivo detrás de ambos trabajos parece ser el mismo: son figuras que en opinión de Bagge han sido malinterpretadas. Y en la medida de sus posibilidades quiere reparar eso. No sé si su filiación política —Bagge es libertarian, al igual que Chester Brown k Frank Miller— tiene que ver con esa necesidad de ser racional y cargarse de razones, de argumentar cada decisión creativa que ha tomado, pero en todo caso tanto este texto como las notas posteriores enriquecen la lectura y ayudan a comprender el impulso de Bagge.

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La vida de Margaret Sanger es apasionante. Fue una pionera de la lucha por la igualdad de género y los derechos de la mujer no tan conocida como otras —por lo menos tengo esa sensación en lo que respecta a España, y desde luego en mi caso es así—, que se centró en la planificación familiar y el control de la natalidad como forma más eficaz de liberar a la mujer de la más cruel y dura de las tiranías: la biológica. Desde su infancia y adolescencia, con estremecedores episodios como la visita junto a su padre a la tumba de su hermano pequeño para que pudiera hacer un molde de su cara con el que fabricar un busto de escayola para su madre, Sanger va dándose cuenta de cuál es el papel que la mujer tenía en aquella sociedad y da forma a su firme intención de escapar de ello. En estas primera páginas Bagge peca de cierto determinismo al caer en el recurso, tan propio de la ficción contemporánea, de construir el relato biográfico en sentido inverso, como si la vida fuera un camino trazado de antemano que nos lleva ineludiblemente a lo que seremos al final de la misma. Esto no tiene tanto que ver con un deseo por parte de Bagge de idealizar a Sanger —de hecho esta biografía no es especialmente benévola— como con la tendencia natural que tenemos a construir un relato coherente de la vida; seguramente los propios escritos de Sanger iban por esos derroteros.

Más allá de eso cuando Sanger se hace adulta vamos viendo, ahora sí, que muchas decisiones fueron tomadas sin demasiada certeza por su parte, que la casualidad y el azar fueron los que materializaron su convicción en una carrera intensa en el activismo. Enfrentada a la cerrazón de una sociedad puritana y pacata y a la propia legislación, Sanger supone un ejemplo muy válido, en estos tiempos que corren, de desobeciencia civil inteligente y efectiva, de resistencia no violenta pero sí beligerante y combativa. Su lucha por la legalización de los anticonceptivos y la educación sexual acabaron por hacer recomendable que se marchara de EE. UU. rumbo a Europa, donde entra en contacto con otros activistas del control de la natalidad y la eugenesia, tan en boga en el principio del siglo, pero también con intelectuales como H. G. Wells. Sanger es retratada por Bagge como una mujer audaz, ingeniosa e inteligente, pero paradójicamente también fue alguien a quien le costaba mucho hablar en público y que en ocasiones podía tener muchas dudas. Pero sobre todo lo que más me gusta de su figura, pasada por el tamiz de Peter Bagge, es que es una mujer consciente de su inteligencia e influencia y orgullosa de ambas, sin miedo a parecer soberbia. Y no era la mejor época para ello, como puede imaginarse.

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Es tentador calificar a Margaret Sanger como una mujer adelantada a su tiempo, pero sus opiniones sobre la esterilización y el aborto nos demuestran, una vez más, que todo el mundo es hijo de su época. Lo cual no es malo o bueno —qué infantil resulta usar términos tan maniqueos en Historia, pero nos entendemos—, porque esto no trata de construir héroes, sino de comprender y explicar la figura, la época y la lucha de esta mujer. Lucha que tiene más valor si cabe cuando pensamos en que durante toda su vida los anticonceptivos siguieron prohibidos, y que prácticamente vivió lo suficiente para ver cambiar eso, como muestra Bagge en la última página de La mujer rebelde, absolutamente genial, que remata un trabajo brillante e interesantísimo.