PutoKrío (Jorge Riera y VVAA)

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PutoKrío (Jorge Riera y VVAA). Edicions De Ponent, 2014. Rústica con solapas. 23 x 26,6 cm. 192 páginas. B/N. 22 €

Jorge Riera es un guionista y realizador cuya ristra de trabajos hasta la fecha es kilométrica. Por eso sorprende que hace poco decidiera emplear el cómic como vehículo para contar historias autobiográficas, en un libro que publicado recientemente por De Ponent: PutoKrío, que hace alusión al apodo de Riera y reúne alrededor de él a un buen montón de dibujantes de diferentes generaciones, algunos de ellos figuras consagradas, otros prometedores jóvenes.

Riera escoge un camino llamativo para una autobiografía ambigua, que ofrece dudas sobre la veracidad de todos sus detalles, lo cual a mí personalmente no me importa demasiado: lo de menos en estos casos me parece que es si todo se ajusta a unos hechos irrecuperables como tales; de hecho, PutoKrío es descrito como un alter ego del autor. Si todo relato histórico es en buena parte una ficción, en tanto que interpretación de unas fuentes, la autobiografía es la ficción más subjetiva de todas. Cuando alguien cuenta su vida puede ser sincero, pero no objetivo. Y, en el fondo, a menudo hay más verdad en las licencias narrativas, en los detalles imaginados, que en el mero acopio de datos.

Pero me estoy haciendo batiburrillo. Decía que el camino era llamativo porque escoge contar su vida no de forma lineal, sino mediante la intercalación de episodios de extensión variable situados en etapas de su vida diferentes, de manera que la imagen del protagonista se construye rellenando los huecos y las relaciones con sus padres, sus abuelos, sus amigos y parejas sólo se entienden de verdad al final, cuando las hemos visto en momentos diferentes de la vida del PutoKrío. Por supuesto, esa narración a saltos sirve también para jugar, cuando así le interesa a Riera, con cierta ambigüedad y con las reacciones del lector, que está a merced del orden que el guionista ha escogido para los diferentes capítulos. Pongo como ejemplo cómo la obsesión infantil por la muñeca siniestra que guarda su madre prefigura su larga relación sentimental adulta con Ana.

Hay una visión de sí mismo bastante desmitificadora, incluso, por momentos, excesivamente desmitificadora. Se esfuerza en presentarse como un tipo patético y no idealiza ni un ápice, lo cual es de agradecer, pero a veces, pocas, se pasa con esto. Pero también es cierto que, sin humor ni intimidad, una autobiografía es difícilmente  sobrellevable. De esta parte de PutoKrío mis capítulos favoritos son los que cuentan sucesos de la infancia y la adolescencia del protagonista, como la durísima «El vergajo», dibujado por Carla Berrocal. Las historias del protagonista de adulto y sus primeros pasos en el mundo de la televisión y el cine probablemente no sean peores, pero a mí personalmente me interesan menos. El PutoKrío ha vivido momentos muy chungos, que Riera cuenta sin adornos, y aunque las historias de alcohol, drogas y desamores no sean novedosas, encuentra enfoques que sí lo son, sobre todo gracias a la variedad de dibujantes.

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En ello recae, como por otra parte sucede en cualquier otro cómic, buena parte de la responsabilidad de que sus historias funcionen. Hay estilos muy diferentes, y, claro, ahí ya cada lector tendrá sus gustos y preferencias, aunque también influye el ojo de Riera para seleccionarlos y colocarlos en guiones que se ajusten a sus virtudes. Por ejemplo, no me parece que Enric Rebollo, Félix Ruiz o Francisco Redondo sean malos dibujantes, pero sí que sus estilos no me cuadran demasiado con historias de corte más o menos costumbrista. Entre los que sí me funcionan —que son la mayoría— y me han gustado mucho me he encontrado con alguna sorpresa que no conocía, como Mortimer Asecas o Pablo Vigo,­ y con otros que rara vez me decepcionan: Natacha Bustos demostrando una vez más su versatilidad, Pablo Ríos muy suelto en «El Richi», una historia muy jodida de acoso escolar nada tópica, Javier Peinado, un Sequeiros tremendo a pesar de que su única página sepa a poco, Miguel Ángel Martín, que no hace nada especialmente espectacular pero siempre es Martín… Y el que quizás más me ha gustado de todos: un extraordinario Juaco Vizuete con su estilo más cartoon, que mezcla con fotografías de una manera inesperada y muy efectiva.

Pero PutoKrío tiene otra parte, con un planteamiento distinto, que al final ha sido lo que me ha resultado más interesante a nivel formal, por lo menos: «El experimento multidimensional de Jorge Riera» presenta historietas que no guioniza él, sino otros autores con diverso grado de cercanía, desde amigos más o menos personales a amigos de Facebook. En ellas cuentan lo que les da la gana sobre Riera o su relación con él, pero más allá de esas historias lo interesante es cómo luego aparece Riera y comenta con el autor lo que ha hecho, y normalmente acaban discutiendo de una forma u otra. A mí este tipo de metajugadas siempre suelen gustarme, pero además es que se resuelve con mucha gracia y dota de una dimensión diferente, más rica, a las páginas de los autores invitados, entre los que hay autores de la calidad de Alberto González Vázquez —soberbio—, Néstor F. —otro que tal—, Mauro Entrialgo en una de las pocas ocasiones en el que podemos verlo trabajando con guionista, Zinéfilo, o Álvaro Ortiz, que hace lo mismo y colabora con María Rubio. Las réplicas de Riera las dibuja Jab, cuyo El niño gilipollas que quería volar es una especie de mito para mí.

No sé si PutoKrío tendrá continuidad, pero sería interesante que así fuera, no sólo para que Jorge Riera profundice en la fórmula, sino también para seguir viendo sus guiones dibujados por autores tan diferentes; puede llegar a convertirse en un muestrario del panorama actual muy completo.